Somos conscientes de la particular situación que a nivel mundial se desarrolla a causa de la pandemia y todas sus secuelas, sin embargo, lejos desanimarnos, redescubrimos la vocación misionera de todos los bautizados, que abrazando la cruz nos sentimos una vez más, enviados por el Señor a la misión y damos testimonio de esperanza, de vida, de caridad, para que todos tengan la oportunidad de escuchar el nombre de Jesús y abrazar la fe.
El 18 de octubre es ocasión para salir de nuestro encierro, de nuestro egoísmo, de nuestra soledad, de nuestro miedo, y hacernos parte del coro universal que responde al llamado de Dios: ¡Aquí estoy, envíame! El mes misionero, especialmente la celebración del domingo mundial, se convierte en ocasión magnifica para que vislumbremos los horizontes universales de la misión de cada uno, sintiéndonos enviados al mundo entero aunque no nos movamos de nuestra casa, pero nuestra oración, nuestros sacrificios ofrecidos a Dios, y nuestra cooperación económica deben sostener a hombres y mujeres que generosamente, respondiendo a la llamada del Señor, van en nombre de toda la Iglesia, también en nuestro nombre, el tuyo y el mío, para extender sus manos, mover sus pies y todo su ser al servicio del Evangelio en los lugares más insospechados del mundo.
Es tan lindo percibir como la semillita que aportamos desde nuestra pequeñez se suma al inmenso plantío del mundo y sostiene la misión. Agradecemos la generosidad de cada monedita aportada y nos animamos a pedirles que en medio de la adversidad de los tiempos presentes, no dejemos de estimular el compromiso personal de todos los bautizados en fa de la misión.