<b>Vivir el Mes Misionero y el DOMUND</b>: Al predicar el evangelio, siempre hablaremos de lo que hemos visto y oído…

Vivir el Mes Misionero y el DOMUND: Al predicar el evangelio, siempre hablaremos de lo que hemos visto y oído…

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A vivir este Mes Misionero y el DOMUND: Al predicar el evangelio, siempre hablaremos de lo que hemos visto y oído, por medio de su palabra y de nuestra experiencia con Dios, haciendo claridad que nuestra experiencia jamás puede convertirse en monotonía. Los apóstoles dejaron claro que todo lo que vieron y oyeron lo practicáramos para que de este modo pudiéramos enseñar fielmente el evangelio de Jesús. Los apóstoles habían recibido la gran misión de predicar el evangelio y para esto habían recibido el poder desde lo alto (el Espíritu Santo). Como Pablo decía, “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!” (1 Cor 9,16).

El anuncio del Evangelio es un aspecto esencial de la evangelización. Ahora bien, sabemos que la Iglesia existe para evangelizar, que la evangelización ha sido redescubierta, en nuestro tiempo, como la identidad más profunda de su misión:

Con gran gozo y consuelo hemos escuchado, al final de la Asamblea de octubre de 1974, estas palabras luminosas: “Nosotros queremos confirmar, una vez más, que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia”: una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (Exhortación apostólica de Pablo VI, Evangelii Nuntiandi [EN], 8 diciembre 1975, 14).

En la conciencia actual de la Iglesia, la evangelización tiene un significado de gran amplitud. Ya en el Sínodo de 1974 se llegó a la convicción de que no se debe limitar la evangelización al anuncio misionero en sentido estricto, dirigido a los no creyentes, sino de entender con ella toda la actividad misionera de la Iglesia, en todas sus formas. La Exhortación Evangelii nuntiandi ha ratificado este significado amplio del término, explicitando su complejidad (EN, 17) y la riqueza de sus dimensiones:

La evangelización, hemos dicho, es un proceso complejo, con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado” (EN, 24).

¿Alguna vez te has preguntado cómo llegó Jesús a tu vida? Para muchos de nosotros fue en el Bautismo que recibimos de niños. Luego hubo un proceso de crecimiento en la vida de fe que, en muchos casos, tuvo altos y bajos, alejamientos y acercamientos. En otros casos, la experiencia es distinta. Muchas personas conocen a Cristo de adolescentes o incluso de adultos. Algunos pueden haber recibido el sacramento del Bautismo de niños pero recién muchos años entablan una relación con Dios. Lo cierto es que, sea cual sea nuestro caso, el anuncio de la fe siempre nos ha llegado a través de alguien esa Buena Noticia para tomar conciencia de un aspecto fundamental de la vida cristiana: el apostolado.

No perdamos de vista esta concepción fundamental: el anuncio evangélico no es una tarea o función entre otras, dentro de la misión de la Iglesia: es su identidad más profunda, su misión es esencial. La Iglesia existe para evangelizar. Y lo hace —lo debe hacer— con sus palabras, con sus acciones, y sobre todo con su ser. Toda ella debe ser anuncio, y con propiedad una vez más decimos que “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4,20).

Pbro. Luis Hernández Guzmán, Director Nacional de OMP Nicaragua