La predicación de la Palabra sirve y refuerza la fe en las almas (Beato Paolo Manna)
Identidad y misión sacerdotal: el anuncio de la Palabra de Dios.
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
«Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien! Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje? Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo». (Rm 10,14-17)
Del Magisterio de la Iglesia
«Por participar en su grado del ministerio de los apóstoles, Dios concede a los presbíteros la gracia de ser entre las gentes ministros de Jesucristo, desempeñando el sagrado ministerio del Evangelio». (Conc. Vat. ii, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 2)
«El Pueblo de Dios se reúne, ante todo, por la palabra de Dios vivo, que con todo derecho hay que esperar de la boca de los sacerdotes. Pues como nadie puede salvarse, si antes no cree, los presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: “Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15)» (Conc. Vat. ii, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 4)
«En primer lugar, séanos permitido señalar en las páginas del Evangelio la insistencia con la que el Señor confía a los Apóstoles la función de anunciar la Palabra. El los ha escogido, formado durante varios años de intimidad, constituido y mandado como testigos y maestros autorizados del mensaje de salvación. Y los Doce han enviado a su vez a sus sucesores que, en la línea apostólica, continúan predicando la Buena Nueva». (Pablo VI, Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi, 66)
« Lo que constituye la singularidad de nuestro servicio sacerdotal, lo que da unidad profunda a la infinidad de tareas que nos solicitan a lo largo de la jornada y de la vida, lo que confiere a nuestras actividades una nota específica, es precisamente esta finalidad presente en toda acción nuestra: “anunciar el Evangelio de Dios”. He ahí un rasgo de nuestra identidad, que ninguna duda debiera atacar, ni ninguna objeción eclipsar: en cuanto Pastores, hemos sido escogidos por la misericordia del Supremo Pastor, a pesar de nuestra insuficiencia, para proclamar con autoridad la Palabra de Dios». (Pablo VI, Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi, 68)
«Renovemos nuestra confianza en la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 136)
«No sólo la homilía debe alimentarse de la Palabra de Dios. Toda la evangelización está fundada sobre ella, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 174)
De los escritos del B. Paolo Manna
«Debemos sentir que se despierta y se enciende en nosotros, potentemente el espíritu de nuestra común vocación divina de apóstoles de Jesucristo. Como ya los apóstoles en un ángulo remoto de Galilea recibían un día de Nuestro Señor, el mandato divino de ir a predicar el Evangelio a los pueblos, así ustedes, mis predilectos, en esta hora solemne, recibirán el mandato de continuar la obra de aquellos primeros afortunados». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 235)
«Tengan en cuenta el efecto que sobre muchas mentes han producido tantos años de predicación cristiana, que ha servido a entrever en muchos ambientes un ideal de religión más noble y alto. Muchos fieles han comprendido como a su religión faltando fundamentos sólidos de verdad, faltan también de vitalidad, de fuerza liberadora, salvadora, que no ofrecen verdadero confort al alma y no satisfacen el corazón ». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 73)
«Y no sólo nos debemos estudiar para vivir como ministros dignos del Evangelio: debemos buscar hacernos menos desiguales por cuanto es posible a la enorme tarea que Nuestro Señor, por medio de su Iglesia, nos ha confiado ». (P. Manna, Virtù apostoliche, Milán 1944, p. 14)
Preguntas para la reflexión
· ¿Hasta qué punto recuerdo que mi primera tarea como sacerdote, entre mis diversas actividades como sacerdote, es aquella de predicar la Palabra de Dios?
· ¿Cómo preparo las predicaciones las homilías y las catequesis? ¿Su preparación es acompañada por la oración?
· ¿Cómo es mi relación personal con la Palabra de Dios? ¿Cuánto tiempo dedico al día meditando o leyendo las Escrituras?
ORACIÓN
Dios de la Verdad Eterna, creemos en Ti
Dios, nuestra fuerza y nuestra salvación, confiamos en Tí.
Dios de bondad infinita, te amamos con todo el corazón.
Has enviado Tu Palabra para la salvación del mundo, haznos a todos, Uno en Él.
Llénanos del Espíritu de tu Hijo, para que podamos alabar tu nombre.
Amén.
Padre santo, tanto amaste al mundo que mandaste a tu Hijo Unigénito, ungiéndolo en Espíritu Santo y Poder, a fin que pueda salvar a toda persona y a toda la humanidad y nos has salvado del poder de Satanás.
Como tú lo has mandado a Él, Padre Bueno, así Él nos ha mandado a nosotros,
Para que podamos continuar Su obra en todo momento hasta el fin de la tierra. Confesamos, Padre justo, que somos incapaces de cumplir una misión así tan grande, a menos que Tú mismo nos revistas de la Potencia que viene de lo Alto.
Danos tu Palabra que penetre lo profundo del corazón
Y así proclamaremos valientemente la salvación en el nombre de tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo.
Espíritu Santo ven sobre cada uno de nosotros.
Llénanos de Tu fuerza para que podamos ser colaboradores eficaces de Jesucristo en la salvación del mundo.
Tú eres quien toca nuestros corazones para convertirse y anunciar a Jesús como Salvador y Señor.
Sólo Tú renuevas la faz de la tierra y cambias los corazones.
Ven Espíritu Santo, y crea la familia de Dios que llama a Dios. “Abbá Padre”.
Amén.
(José. H. Prado Flores).