Abril 2022

Meditaciones para sacerdotes

 

La predicación de la Palabra sirve y refuerza la fe en las almas (Beato Paolo Manna)

Identidad y misión sacerdotal: el anuncio de la Palabra de Dios.

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos

«Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien! Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje? Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo». (Rm 10,14-17)

Del Magisterio de la Iglesia

«Por participar en su grado del ministerio de los apóstoles, Dios concede a los presbíteros la gracia de ser entre las gentes ministros de Jesucristo, desempeñando el sagrado ministerio del Evangelio». (Conc. Vat. ii, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 2)

«El Pueblo de Dios se reúne, ante todo, por la palabra de Dios vivo, que con todo derecho hay que esperar de la boca de los sacerdotes. Pues como nadie puede salvarse, si antes no cree, los presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: “Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15)» (Conc. Vat. ii, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 4)

«En primer lugar, séanos permitido señalar en las páginas del Evangelio la insistencia con la que el Señor confía a los Apóstoles la función de anunciar la Palabra. El los ha escogido, formado durante varios años de intimidad, constituido y mandado como testigos y maestros autorizados del mensaje de salvación. Y los Doce han enviado a su vez a sus sucesores que, en la línea apostólica, continúan predicando la Buena Nueva». (Pablo VI, Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi, 66)

« Lo que constituye la singularidad de nuestro servicio sacerdotal, lo que da unidad profunda a la infinidad de tareas que nos solicitan a lo largo de la jornada y de la vida, lo que confiere a nuestras actividades una nota específica, es precisamente esta finalidad presente en toda acción nuestra: “anunciar el Evangelio de Dios”.  He ahí un rasgo de nuestra identidad, que ninguna duda debiera atacar, ni ninguna objeción eclipsar: en cuanto Pastores, hemos sido escogidos por la misericordia del Supremo Pastor, a pesar de nuestra insuficiencia, para proclamar con autoridad la Palabra de Dios». (Pablo VI, Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi, 68)

«Renovemos nuestra confianza en la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 136)

«No sólo la homilía debe alimentarse de la Palabra de Dios. Toda la evangelización está fundada sobre ella, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 174)

De los escritos del B. Paolo Manna

«Debemos sentir que se despierta y se enciende en nosotros, potentemente el espíritu de nuestra común vocación divina de apóstoles de Jesucristo. Como ya los apóstoles en un ángulo remoto de Galilea recibían un día de Nuestro Señor, el mandato divino de ir a predicar el Evangelio a los pueblos, así ustedes, mis predilectos, en esta hora solemne, recibirán el mandato de continuar la obra de aquellos primeros afortunados». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 235)

«Tengan en cuenta el efecto que sobre muchas mentes han producido tantos años de predicación cristiana, que ha servido a entrever en muchos ambientes un ideal de religión más noble y alto. Muchos fieles han comprendido como a su religión faltando fundamentos sólidos de verdad, faltan también de vitalidad, de fuerza liberadora, salvadora, que no ofrecen verdadero confort al alma y no satisfacen el corazón ». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 73)

«Y no sólo nos debemos estudiar para vivir como ministros dignos del Evangelio: debemos buscar hacernos menos desiguales por cuanto es posible a la enorme tarea que Nuestro Señor, por medio de su Iglesia, nos ha confiado ». (P. Manna, Virtù apostoliche, Milán 1944, p. 14)

Preguntas para la reflexión

·         ¿Hasta qué punto recuerdo que mi primera tarea como sacerdote, entre mis diversas actividades como sacerdote, es aquella de predicar la Palabra de Dios?

·         ¿Cómo preparo las predicaciones las homilías y las catequesis? ¿Su preparación es acompañada por la oración?

·         ¿Cómo es mi relación personal con la Palabra de Dios? ¿Cuánto tiempo dedico al día meditando o leyendo las Escrituras?

ORACIÓN

Dios de la Verdad Eterna, creemos en Ti
Dios, nuestra fuerza y nuestra salvación, confiamos en Tí.
Dios de bondad infinita, te amamos con todo el corazón.
Has enviado Tu Palabra para la salvación del mundo, haznos a todos, Uno en Él.
Llénanos del Espíritu de tu Hijo, para que podamos alabar tu nombre.

Amén.

Padre santo, tanto amaste al mundo que mandaste a tu Hijo Unigénito, ungiéndolo en Espíritu Santo y Poder, a fin que pueda salvar a toda persona y a toda la humanidad y nos has salvado del poder de Satanás.

 Como tú lo has mandado a Él, Padre Bueno, así Él nos ha mandado a nosotros,

Para que podamos continuar Su obra en todo momento hasta el fin de la tierra. Confesamos, Padre justo, que somos incapaces de cumplir una misión así tan grande, a menos que Tú mismo nos revistas de la Potencia que viene de lo Alto.

Danos tu Palabra que penetre lo profundo del corazón

Y así proclamaremos valientemente la salvación en el nombre de tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo.

Espíritu Santo ven sobre cada uno de nosotros.

Llénanos de Tu fuerza para que podamos ser colaboradores eficaces de Jesucristo en la salvación del mundo.

Tú eres quien toca nuestros corazones para convertirse y anunciar a Jesús como Salvador y Señor.

Sólo Tú renuevas la faz de la tierra y cambias los corazones.

Ven Espíritu Santo, y crea la familia de Dios que llama a Dios. “Abbá Padre”.

Amén.

(José. H. Prado Flores).

 

para Personas consagradas

 

La castidad eleva al misionero a los ojos del mundo, y lo hace resplandecer en su donarse a los otros. (Beato Paolo Manna)

La dimensión misionera de la castidad en las personas consagradas.

Del Evangelio según San Mateo y del primer libro de Crónicas

«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios». (Mt 5,8)

«Y tú, (...), hijo mío, reconoce al Dios de tu padre y sírvelo con corazón íntegro y con ánimo generoso, que el Señor sondea los corazones y penetra todas las intenciones. Si lo buscas, se dejará encontrar; pero si lo abandonas, te desechará definitivamente». (1Cr 28,9)

Del Magisterio de la Iglesia

«La castidad “por el Reino de los cielos”, que profesan los religiosos, debe ser estimada como un singular don de la gracia. Ella libera de modo especial el corazón del hombre para que se inflame más en el amor a Dios y a todos los hombres, y es, por lo mismo, signo peculiar de los bienes celestiales y medio aptísimo para que los religiosos se dediquen con alegría al servicio divino y a las obras de apostolado». (Conc. Vat. II, Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, Perfectae Caritatis, 12)

«La castidad de los célibes y de las vírgenes, en cuanto manifestación de la entrega a Dios con corazón indiviso (cf. 1 Co 7, 32-34), es el reflejo del amor infinito que une a las tres Personas divinas en la profundidad misteriosa de la vida trinitaria; amor testimoniado por el Verbo encarnado hasta la entrega de su vida; amor « derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo » (Rm 5, 5), que anima a una respuesta de amor total hacia Dios y hacia los hermanos». (Juan Pablo II Exhortación Apostólica Postsinodal, Vita Consecrata, 21)

De los escritos del B. Paolo Manna

«La castidad enaltece al misionero a los ojos de los no creyentes, lo hace en un cierto sentido más grande que los otros». (P. Manna, “Il Vincolo”, V [novembre 1933], n. 13, s. 38)

«La religiosa misionera, más allá de presentar en sí la más alta recuperación de su sexo, ofrece también al mundo pagano que la rodea, el ejemplo más vivo y la imágen más sugestiva de las dos virtudes, que aquel mundo no conoce ni siquiera de nombre: La virginidad y la caridad». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 196)

«La virginidad como virtud, es una revelación para el mundo pagano. Este [mundo pagano] no ve en la mujer otra belleza, que aquella de la cual se nutre el ojo, produciendo una impresión estética de ella y el consecuente despertar de un instinto vulgar». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 197)

«Cuál y cuánta nueva belleza en esta virgen que se consagra a una idea, que renuncia a cada embriaguez del sentido y se custodia exitosa, que se recoge toda en el misterio del alma, está impregnada del soplo de una vida nueva, poseída y raptada en el éxtasis de una realidad divina, que la transfigura y se refleja en los ojos de su rostro como la expresión de la pureza y la belleza de un ángel!»  (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 197)

Preguntas para la reflexión

  • ¿Con cuánta madurez estoy viviendo mi ser de hombre o mujer?
  • ¿Vivo con libertad y amor, sin miedo de tener relaciones sanas con el otro sexo?
  • ¿En cuáles áreas mi corazón no está completamente unido a Dios?

ORACIÓN

Dios, Tú que por la Inmaculada Concepción de la Beata Virgen
has preparado un lugar de bondad para tu Hijo y por los méritos de la muerte de Cristo,
lo has custodiado, libéranos de toda concupiscencia
y ayúdanos a llegar a Tí, para servirte sin pecado.

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amén.

Señor Jesús, yo soy tuyo/todo tuyo- hecho a tu imagen. Soy todavía más similar a Tí a través del Bautismo y la Confirmación.

Me has dado el cuerpo como un instrumento noble de mi alma. Lo has hecho fuerte de modo que crezca y madure.

Oh Señor, sigue protegiéndome. Salva mi corazón de alejarse de Tí.

Que pueda hacer todo contigo, ayudado por tu gracia.

Amén.

San José, custodio de la Virgen María, a tu fiel custodia, fue confiado Jesucristo y la Beata Virgen María.

Por este doble tesoro a tí confiado, te ruego que me protejas de toda impureza y ayúdame para que yo pueda servir siempre a Jesús y a María con el corazón inocente y en pureza de vida.

Amén.

 

para los laicos

 

¡El rol de las mujeres es de gran ayuda a las misiones! (Beato Paolo Manna)

El rol de las mujeres en la misión

Del Evangelio según san Lucas

«Después de esto iba él caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes». (Lc 8,1-3)

Del Magisterio de la Iglesia

«Los laicos ejercen un apostolado múltiple, tanto en la Iglesia como en el mundo. (...) Como en nuestros tiempos participan las mujeres cada vez más activamente en toda la vida social, es de sumo interés su mayor participación también en los campos del apostolado de la Iglesia. Las comunidades de la Iglesia». (Conc. Vat. II, Decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostolicam Actuositatem, 9)

«La conciencia de que la mujer —con sus dones y responsabilidades propias— tiene una específica vocación, ha ido creciendo y haciéndose más profunda en el período posconciliar, volviendo a encontrar su inspiración más original en el Evangelio y en la historia de la Iglesia». (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Post-sinodal, Christifideles Laici, 49)

«Los recursos personales de la femineidad no son ciertamente menores que los recursos de la masculinidad; son sólo diferentes. Por consiguiente, la mujer —como por su parte también el hombre— debe entender su «realización» como persona, su dignidad y vocación, sobre la base de estos recursos, de acuerdo con la riqueza de la femineidad, que recibió el día de la creación y que hereda como expresión peculiar de la “imagen y semejanza de Dios”». (Juan Pablo II, Carta Apostólica sobre la dignidad y la vocación de la mujer, Mulieris Dignitatem, 10)

«El modo de actuar de Cristo, el Evangelio de sus obras y de sus palabras, es un coherente reproche a cuanto ofende la dignidad de la mujer. Por esto, las mujeres que se encuentran junto a Cristo se descubren a sí mismas en la verdad que él “enseña” y que él “realiza”, incluso cuando ésta es la verdad sobre su propia “pecaminosidad”. Por medio de esta verdad ellas se sienten “liberadas”, reintegradas en su propio ser; se sienten amadas por un “amor eterno”, por un amor que encuentra la expresión más directa en el mismo Cristo». (Juan Pablo II, Carta Apostólica sobre la dignidad y la vocación de la mujer, Mulieris Dignitatem, 15)

«La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Porque “el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral” y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 103)

De los escritos del B. Paolo Manna

«¿La parte de las mujeres? Para ser sinceros se necesita confesar que las tres cuartas partes del apostolado católico, es sostenido materialmente por el celo de las mujeres. Éste apostolado de las mujeres comenzó desde el tiempo de Nuestro Señor». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 241)

«En el último siglo la participación de la mujer a la propagación de la Fe, ha sido más intensa y activa: No les digo de los millones y millones de religiosas, verdaderas heroínas generosas que toda su vida la han dedicado al apostolado de las Misiones. Quiero mencionar la cooperación que prestan las mujeres aquí en la Patria. La reina de todas las obras de cooperación para el apostolado de la Propagación de la Fe, ha sido creada por mujeres. (…). ¿Y quién no conoce la otra obra magnífica, la Asociación de San Pedro Claver para las misiones de África? Esto también es obra de una noble mujer polaca: La Condesa María Teresa Ledochowska». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 241)

«Para la propaganda misionera las mujeres tienen una gran habilidad, constancia realmente especial, toda hecha de fe y amor que vence toda dificultad y alcanza los resultados más grandes». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 243)

«Ganar a la mujer para la causa de las misiones es realizar un servicio inestimable para la Iglesia: Las mujeres por naturaleza son más sensibles y piadosas que los hombres hacia los desventurados, nacieron para amar y sacrificarse, cultivan la piedad cristiana casi como un instinto de su propio sexo, las mujeres pueden preparar para la Iglesia generaciones de apóstoles implantando en los corazones tiernos de sus hijitos un sentido de profunda piedad hacia los pobres paganos u un celo operante para auxiliarlos». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 246)

Preguntas para la reflexión

  • ¿En qué medida he encontrado mi puesto de mujer en la Iglesia, en la obra de la evangelización?
  • ¿Agradezco a Dios por mi feminidad?
  • ¿Cuáles son las cualidades y dones de feminidad me ha concedido Dios y cómo puedo ponerlos al servicio de la Iglesia?

ORACIÓN

MUJERES A LAS CUALES HAS DADO LA VIDA, que han creído en el amor .Animadas por tu potente fuerza interior, se aparecen como mujeres atentas, valientes, que no temen las dificultades. Dejemos que el dinamismo que viene de su fe llene nuestras vidas.

SARA, Madre maravillosa, portadora de la “sonrisa del niño”, Tu presencia nos acompaña en nuestro camino para que maduren los frutos de la alianza que hemos hecho. (Gen 18,10).

AGAR, nuestra hermana que ha dado a Dios el nombre de “Aquel que ve” seas con nosotros en los momentos difíciles y ayúdanos a recorrer los caminos de la esperanza. (Gen 16,13).

MIRIAM, tu que vigilas con amor, cantando con fervor la libertad que has encontrado, guíanos a través de nuestros desiertos hacia una vida nueva que nos haga un pueblo fiel Dios. (Es 2,1-10)

CULDA, la profetisa provisora, concédenos el don de una visión clara a fin que podamos avanzar confiados en el nuevo mundo. (2Re 22,11-20; 2Cr 34,22-28).

RUT Y NOHEMI, unidas por la promesa, nos enseñan a conformar vínculos fuertes los unos con los otros que serán como semillas que prefiguran la cosecha.

ESTER, reina grande, cuya súplica fue escuchada, ayúdanos a volvernos inmaculados, de modo que nuestra autoridad e influencia puedan proteger la vida de nuestro pueblo.

MARIA DE NAZARET, nuestra hermana, amiga y madre, mujer dotada de una gracia extraordinaria en la cual el Señor está complacido, sostiene nuestra fuerza de amar, a fin de que anunciemos la promesa de la venida de su Hijo.

MUJER HEMORROÍSA, mezclada entre la gente en busca de sanación abre nuestros corazones para acoger a aquellos que tímidamente, pero con esperanza nos piden ayuda (Mc 5,25-34; Lc 8,43-48; Mt 9,20-22).

MUJER DE CANAAN, así llena de dignidad y de fe en el encuentro con Jesús, enséñennos a nutrir nuestra interioridad de cada minuto con la Palabra, los gestos y la acogida.

MUJERES QUE UNGEN LOS PIES DEL MAESTRO, que han roto las barreras de la tradición, para acercarse a Jesús con la libertad de un niño; inspírennos a establecer nuevas relaciones con las personas para construir el reino de Dios (Lc 7,37-46; Mc 14,3-9; Mt 26,6-13).

MUJER DE LA ESCUCHA toda ella atenta, nos recuerda las oportunidades escondidas dentro de nosotros que pueden siempre resurgir a pesar de nuestros límites (Lc 13,10-17).

MUJERES DELANTE DEL POZO, que quieren recibir agua viva, nos vivifíquennos en los momentos de desánimo y anímennos a buscar la luz dentro de nuestros propios pozos. (Jn 4,1-42).

MUJERES DE LAS MULTITUDES, que no han tenido miedo de ser diferentes y de gritar la verdad, dennos el coraje de hablar a pesar de las oposiciones. (Lc 11,27-28).

MARÍA MAGDALENA, nuestra hermana liberada de siete espíritus malignos, que te donaste completamente a Jesús como esposa amada, permanece con nosotros para combatir a los espíritus malignos que nos impiden predicar la Palabra de Dios con poder y convicción.

MADRE DE JUAN Y MARCOS, gracias a tu esfuerzo, no has temido la dificultad y has servido con confianza a la Iglesia primitiva, muéstranos cómo vivir con la misma confianza sin temer correr los riesgos necesarios., (Hch 12,11-17).

MUJERES ANÓNIMAS HIJAS DE FELIPE, totalmente dedicadas a la misión profética, enséñennos a estar más atentas a los signos de los tiempos en nuestra vida cotidiana (Hch 21,8-14).

MUJERES DEL CENÁCULO, que junto a María recibieron el Espíritu Santo, dennos la fuerza de anunciar la gloria del Señor en todo ángulo del mundo (Hch 1,12-14; 2,1-18).

MUJERES DE LA ALIANZA, MADRES Y ESPOSAS, HERMANAS E HIJAS, VIUDAS Y PROFETIZAS, MUJERES DE LA IGLESIA NACIENTE , valientes y diversas en edad, proveniencia y por dones recibidos, vengan a caminar con nosotros por la vía de la fe, ayúdennos a abrir nuestros corazones a la fe, recibiendo los dones del Espíritu Santo.

VIUDA POBRE, que has tirado en el tesoro todo lo que tenías para tu sustento, ayúdanos a liberarnos de nuestra seguridad humana y volver a poner nuestra esperanza en el Señor.

Dios te Salve Maria…

Te agradecemos Dios, Padre bueno, por el amor que nos das.

Tú nos has creado a tu imagen y semejanza como hombre y mujer de modo que, diferentes el uno del otro, podamos completarnos mutuamente. Te agradecemos por el don de cada mujer y por la misión a ellas confiada en el mundo entero. Amén.