La espiritualidad misionera y la espiritualidad ermitaña tienen mucho en común
(Beato Paolo Manna)
El misionero frente a Marta y María: la oración como medicina que cura el afanarse por muchas cosas
Del Evangelio según san Lucas
«Yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano”. Respondiendo, le dijo el Señor: “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada”». (Lc 10,38-42)
Del Magisterio de la Iglesia
«Lleno de fe viva y de esperanza firme, el misionero sea hombre de oración». (Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la iglesia, Ad Gentes, n. 25)
« ¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la oración, las sagradas Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si este está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana». (Catecismo de la iglesia católica, n. 2562)
«En realidad la misión apostólica, antes que en la acción, consiste en el testimonio de la propia entrega plena a la voluntad salvífica del Señor, entrega que se alimenta en la oración y la penitencia». (Juan Pablo II Exhortación Apostólica Postsinodal, Vita Consecrata, n. 44)
«La oración es el alma del apostolado, pero también de que el apostolado vivifica y estimula la oración». (Juan Pablo II Exhortación Apostólica Postsinodal, Vita Consecrata, n. 67)
«El Espíritu Santo es el alma y el animador de la espiritualidad cristiana, por esto es preciso confiarse a su acción que parte del íntimo de los corazones, se manifiesta en la comunión y se amplía en la misión. Es necesario, por tanto, adherirse cada vez más a Cristo, centro de la vida consagrada, y retomar un camino de conversión y de renovación que, como en la experiencia primera de los apóstoles, antes y después de su resurrección, sea un caminar desde Cristo». (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Caminar desde Cristo: un renovado compromiso de la vida consagrada en el Tercer Milenio, n. 20-21)
«El tiempo es superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. […] Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, n. 222-223)
De los escritos del B. Paolo Manna
«La espiritualidad misionera y la espiritualidad ermitaña tienen mucho en común». (P. Manna, Esci dalla tua terra, Nápoles 1977, p. 20)
«¿Por qué […] tantos grupos, tantos acuerdos, tantas conferencias, tantos congresos, tanta prensa, […], tanta riqueza de funciones litúrgicas no han aportado hasta ahora a la vida religiosa del pueblo cristiano todo el provecho a que se tenía derecho esperar? [...] Se llega a omitir la oración... para poder salvar a un mayor número de almas [...]. Estamos ante la herejía de la acción: en efecto, la [...] actividad exterior no es nada, si se la considera sin su contenido divino». (P. Manna, Virtù Apostoliche, Milán 1944, pp. 191-192)
«Se trabaja, sí, y muchas veces con el fin, aunque bueno, de salvar almas, de instaurar el cristianismo; pero por falta de espíritu de fe, no mantenido vivo por la oración, se tratan los ministerios, las obras del apostolado, como se tratan los asuntos terrenales, con visiones y métodos demasiado humanos: se confía demasiado en los medios terrenales y en la propia habilidad y energía». (P. Manna, Virtù Apostoliche, Milán 1944, p. 199)
«El misionero es María en la contemplación, y Marta en la acción exterior. El misionero que solo quisiera hacer la parte de Marta es rechazado por nuestro Señor, no es bendecido y no logra nada». (P. Manna, Virtù Apostoliche, Milán 1944, p. 200)
«Pero temo, temo mucho que también ustedes sean tocados por ese espíritu completamente moderno de excesivo y vacío ajetreo, de gran divagación que intenta penetrar incluso en el Santuario, también en las actividades misioneras. Mis queridos, les digo a todos, el peligro es grave: está en el ambiente, está en el tiempo, está en la vida. Defendámonos contra esto y, en cambio, conservemos el espíritu de nuestro Señor. Por eso amemos el recogimiento, demos siempre el primer lugar, en nuestra jornada, a la meditación, a nuestra buena hora de meditación, cultivemos la vida interior, y luego seamos santos trabajadores. [...] Oración y acción. Primero oración y luego acción». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 265)
«La vida sacerdotal [misionera] es compleja; se llama vida mixta, porque se compone de varios elementos: contemplación y acción. Lamentablemente nos inclinamos a dar mayor valor a la parte material y tangible, a la acción con daño de la parte espiritual, invisible pero también sustancial y esencial. Por tanto, al no equilibrar bien las partes, hay desorden. Al descuidar el elemento espiritual y hacer prevalecer el material y exterior, materializamos el santo misterio, que pierde su eficacia y da lugar a una actividad que parecerá apostólica, pero es un sustituto de naturaleza inferior y de escasa eficacia». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 77)
«¡Ay si el apostolado se convierte en un fin en sí mismo y si no se examina día a día si lo que se hace es todo lo que se puede hacer y lo mejor que se puede hacer por la causa de Dios!» (P. Manna, Osservazioni sul metodo moderno di evangelizzazione, Bologna 1979, p. 37)
Preguntas para la reflexión
- ¿Con qué frecuencia recuerdo en oración a las personas a las que sirvo en el apostolado?
- ¿Las homilías, las catequesis, las orientaciones de las reuniones, los artículos, las conferencias van precedidas de la oración?
- ¿En mi vida diaria hay un sano equilibrio entre la actividad y la oración?
ORACIÓN
Respira en mí,
oh, Espíritu Santo,
para que mis pensamientos
puedan ser todos santos.
Actúa en mí,
oh, Espíritu Santo,
para que mi trabajo, también
pueda ser santo.
Atrae mi corazón,
oh, Espíritu Santo,
para que sólo ame
lo que es santo.
Fortaléceme,
oh, Espíritu Santo,
para que defienda
todo lo que es santo.
Guárdame pues,
oh, Espíritu Santo,
para que yo siempre
pueda ser santo. Amén.
San Agustín