Enero 2023

MEDITACIONES PARA SACERDOTES, PERSONAS CONSAGRATAS, LAICOS

 

El misionero es el Cristo que recorre continuamente el mundo
(Beato Paolo Manna)
Cristo envía a los misioneros

Del Evangelio según san Juan y según san Mateo

«Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”». (Jn, 20,21)

«Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis. No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies”». (Mt 10,1.5-14)

Del Magisterio de la Iglesia

«Como el Hijo fue enviado por el Padre, así también Él envió a los Apóstoles (cf. Jn 20,21) diciendo: “Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt 28,19- 20). Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apóstoles con orden de realizarlo hasta los confines de la tierra”». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 17)

«Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios sumo, mandó a los Apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicándoles los dones divinos». (Pablo VI, Constitución dogmática sobre la divina revelación, Dei Verbum, 7)

«Este pueblo que Dios se ha elegido y convocado es la Iglesia. Jesús no dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos» (Mt 28,19). San Pablo afirma que en el Pueblo de Dios, en la Iglesia, «no hay ni judío ni griego [...] porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Ga 3,28). Me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes: ¡El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium, 113)

De los escritos del B. Paolo Manna

«Así como los apóstoles en un remoto rincón de Galilea recibieron de Nuestro Señor un día el mandato divino de ir a predicar el Evangelio a los pueblos, así vosotros, amados míos [...] recibiréis el mandato de continuar la obra de aquellos primeros afortunados». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 235)

«Al fundar la Iglesia, Jesucristo instituyó el apostolado. El Salvador puso su corazón y todo su ser en esta institución: “Como el Padre me envió, yo también os envío” (Juan 20: 21). El apostolado es la continuación de la obra de Jesucristo, es el canal a través del cual la fe cristiana fluye y se difunde por el mundo». (P. Manna, Operarii autem pauci! La vocazione alle missioni estere, Milán 1960, op. cit., p. 13)

«El misionero es el Cristo que recorre continuamente el mundo». (P. Manna, Operarii autem pauci! La vocazione alle missioni estere, Milán 1960, op. cit., p. 13)

«El Apóstol, el Misionero, es Jesucristo que va de tierra en tierra, de país en país para predicar el Evangelio del Reino. [...] Jesucristo no está muerto: vive en el cielo, vive en los altares, vive y camina, aunque de otra manera, por el mundo en los apóstoles, difundiendo su luz entre las tinieblas». (P. Manna, Operarii autem pauci! La vocazione alle missioni estere, Milán 1960, op. cit., p. 14)

«La mayor misión religiosa confiada a los hombres tuvo lugar cuando Nuestro Señor, poco antes de ascender al cielo, envió a sus Apóstoles por todo el mundo para continuar su obra redentora» (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 15)

Preguntas para la reflexión

  • ¿Hasta qué punto me siento verdaderamente discípulo de Cristo, elegido y enviado por Él? ¿Con qué frecuencia doy gracias a Dios por esta gracia?
  • En mi vida diaria, ¿se ser signo claro y nítido de que soy discípulo de Cristo?
  • ¿En qué aspectos mi apostolado se parece al comportamiento de Jesús, y en qué aspectos me falta aún unidad con el Maestro? ¿Cómo puedo cambiar a mejor?

ORACIÓN

Señor, que enviaste a los apóstoles para continuar tu obra de salvación, te pedimos humildemente que despiertes en todos los que pertenecen a tu Iglesia una profunda conciencia de ser discípulos tuyos y un verdadero celo misionero. Concédenos anunciarte con la palabra y el testimonio a los que aún no han llegado a conocerte y a los que han dejado de creer.

Te rogamos nos dones muchas vocaciones misioneras y sostengas con tu gracia a los misioneros en la obra de evangelización. Haz que cada uno de nosotros se sienta responsable de las misiones y, sobre todo, que comprenda que nuestro primer deber en la difusión de la fe es una verdadera vida cristiana. Amén