Febrero 2023

Meditaciones para sacerdotes, personas consagratas, laicos

 

El misionero es el Cristo que recorre continuamente el mundo
(Beato Paolo Manna)
La Iglesia es misionera por naturaleza

 

De los Hechos de los Apóstoles

«Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Y después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la misión que acababan de cumplir.

Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe». (Hch 14,21-27)

«Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos». (Hch 15,3-4)

 Del Magisterio de la Iglesia

«Por esto la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y observando fielmente sus preceptos de caridad, humildad y abnegación, recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 5)

«Pues aunque el Señor puede conducir por caminos que El sabe a los hombres, que ignoran el Evangelio inculpablemente, a la fe, sin la cual es imposible agradarle, la Iglesia tiene el deber, a la par que el derecho sagrado de evangelizar, y, por tanto, la actividad misional conserva íntegra, hoy como siempre, su eficacia y su necesidad». (Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad Gentes, 7)

«Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa». (Pablo VI, Exhortación Apostólica acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, 14)

«Nacida, por consiguiente, de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por El. La Iglesia permanece en el mundo hasta que el Señor de la gloria vuelva al Padre. Permanece como un signo, opaco y luminoso al mismo tiempo, de una nueva presencia de Jesucristo, de su partida y de su permanencia. Ella lo prolonga y lo continúa. Ahora bien, es ante todo su misión y su condición de evangelizador lo que ella está llamada a continuar». (Pablo VI, Exhortación Apostólica acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, 15)

«Existe, por tanto, un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización». (Pablo VI, Exhortación Apostólica acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, 16)

«La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia». (Juan Pablo II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del mandato misionero, Redemptoris Missio, 1)

«La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del Reino. Lo está, ante todo, mediante el anuncio que llama a la conversión; éste es el primer y fundamental servicio a la venida del Reino en las personas y en la sociedad humana». (Juan Pablo II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del mandato misionero, Redemptoris Missio, 20)

De los escritos del B. Paolo Manna

«La grande y sublime misión que Nuestro Señor Jesucristo, en el momento de volver al Padre, confió a sus discípulos (...) no terminó con la muerte de los Apóstoles, sino que aún dura, por medio de sus sucesores, hasta el fin de los tiempos. (...) La Santa Iglesia de Dios, consciente del mandato divino, no cesó nunca, a través de los siglos, de enviar por todas partes pregoneros y ministros de la palabra divina que anunciasen la salvación eterna conseguida por Jesucristo para la humanidad». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 18)

«La misión que Cristo ha dado a su Iglesia es grande. Es tan grande que, el Divino Salvador ha puesto en ella todo Su Corazón. (...) Esta misión es el canal, por el que fluye y se expande la fe cristiana por todo el mundo». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 19)

«El campo en el que se lleva a cabo la obra salvífica de la Iglesia es todo el mundo. Todos los hombres son ovejas del redil de Cristo, sobre el que Él ha puesto un único Pastor y Cabeza, el Papa». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 21)

«La historia de la Iglesia no es sino una magnífica realización de aquellas palabras de su Divino Fundador: “Id y enseñad a todas las gentes”. Este mandato, con el paso de los años, no ha pedido nada de su vigor primero: y urge también hoy en toda su plenitud y urgirá siempre que haya gentes a las que enseñar, bautizar y salvar». (P. Manna, Operarii autem pauci! La vocazione alle missioni estere, Milán 1960, op. cit., p. 11)

Preguntas para la reflexión

  • ¿Qué es, para mí, la Iglesia? ¿Cómo hablo de la Iglesia en el trabajo, en familia, entre los amigos?
  • ¿Me acuerdo de que la Iglesia ha sido fundada por Cristo y que Él continuará su obra en ella?
  • ¿Cuándo ha sido la última vez que he rezado o he ofrecido mis sufrimientos por la Iglesia para que pueda cumplir mejor la misión de Cristo?

ORACIÓN

Oh Dios, en tu Providencia has decidido extender el Reino de Cristo en el mundo y hacer partícipes a todos los hombres de su redención salvífica. Haz que tu Iglesia universal, como sacramento de salvación, desvele y realice el misterio de tu amor por las personas. Que tu Iglesia se renueve, santifique y fortalezca constantemente. Permite que la fe inquebrantable, la santidad, el amor recíproco y la verdadera piedad se desarrollen y extiendan, alimentados constantemente con la Palabra y el Cuerpo de tu Hijo. Señor, no ceses de guiarla con premura para que, animada por el Espíritu evangélico y apostólico, atraiga a todos hacia Ti y los guíe a la unidad en tu servicio. Por Cristo nuestro Señor. Amén