Los sacerdotes tienen las llaves “para abrir” las misiones
(Beato Paolo Manna)
El cometido especial de los sacerdotes en las misiones
De los Hechos de los Apóstoles
«Un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: “Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto”. Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: “Acércate y pégate a la carroza”. Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: “¿Entiendes lo que estás leyendo?”. Contestó: “¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?”. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: “Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?”. Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea». (Hch 8, 26-31a. 36-40)
Del Magisterio de la Iglesia
«Los presbíteros, [...] han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, a imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (cf. Hb 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para predicar el Evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino. Participando, en el grado propio de su ministerio, del oficio del único Mediador, Cristo (cf. 1 Tm 2,5), anuncian a todos la divina palabra». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 28)
«Pues los ministros que poseen la sacra potestad están al servicio de sus hermanos, a fin de que todos cuantos pertenecen al Pueblo de Dios y gozan, por tanto, de la verdadera dignidad cristiana, tendiendo libre y ordenadamente a un mismo fin, alcancen la salvación». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 18)
«El cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo pertenece al Cuerpo de los Pastores, ya que a todos ellos, en común, dio Cristo el mandato, imponiéndoles un oficio común…». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 23)
«Pues como nadie puede salvarse, si antes no cree, los presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: “Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura” (Mc., 16, 15) ». (Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 4)
«El don espiritual que recibieron los presbíteros en la ordenación no los dispone para una misión limitada y restringida, sino para una misión amplísima y universal de salvación "hasta los extremos de la tierra" (Act., 1, 8), porque cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. Pues el sacerdocio de Cristo, de cuya plenitud participan verdaderamente los presbíteros, se dirige por necesidad a todos los pueblos y a todos los tiempos, y no se coarta por límites de sangre, de nación o de edad, como ya se significa de una manera misteriosa en la figura de Melquisedec . Piensen, por tanto, los presbíteros que deben llevar en el corazón la solicitud de todas las iglesias». (Conc. Vat. ii, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 10)
«Los presbíteros [...] estén profundamente convencidos que su vida fue consagrada también al servicio de las misiones». (Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad Gentes, 39)
«Los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, están llamados a compartir la solicitud por la misión: “El don espiritual que los presbíteros recibieron en la ordenación no los prepara a una misión limitada y restringida, sino a la misión universal y amplísima de salvación ‘hasta los confines de la tierra’, pues cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles”». (Juan Pablo II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del mandato misionero, Redemptoris Missio, n. 67)
«Todos los sacerdotes deben de tener corazón y mentalidad misioneros, estar abiertos a las necesidades de la Iglesia y del mundo, atentos a los más alejados y, sobre todo, a los grupos no cristianos del propio ambiente». (Juan Pablo II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del mandato misionero, Redemptoris Missio, n. 67)
De los escritos del B. Paolo Manna
«La clave del problema misionero está en manos del sacerdote, porque sólo él puede y tiene la tarea de animar, promover y guiar el gran movimiento misionero entre los infieles». (P. Manna, Per una Unione Missionaria del Clero, Milán 1916, p. 9)
«No hay medio más legítimo para llevar la verdad a las mentes y a los corazones de los fieles que a través del sacerdote, que es el único que tiene autoridad para enseñarles e influencia sobre ellos. Una idea predicada e inculcada por él con insistencia acabará siendo aceptada por los fieles como norma de conducta. Haced que cien, que mil sacerdotes adhieran a esta causa de Dios, y que hablen de ella desde el púlpito con instrucciones regulares cuando sea más oportuno y si se presenta la ocasión: inadvertidamente su espíritu, su celo se infundirá en los fieles, y tendréis cien, mil comunidades más para colaborar con la Iglesia en la gran obra del apostolado. El punto débil de la obra de evangelización no está en los misioneros, no está en los infieles, ni siquiera en los fieles... el punto débil está en el púlpito. Cuando la idea misionera haya conquistado el púlpito, entonces se habrá dado un gran paso adelante en la cooperación misionera». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 217)
«Los fieles deben ser instruidos sobre la misión de la Iglesia y las necesidades de todas las misiones. De esto pueden y deben hablar los sacerdotes, que, como ministros del Evangelio, son también los ministros naturales de esta predicación. Para esto no es necesario que los sacerdotes hayan estado en misión. Ningún sacerdote que predica sobre el cielo, el purgatorio o el infierno ha estado allí, y sin embargo, ¡qué hermosos sermones saben predicar!». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 218)
«Un sacerdote no tiene que ir de misión para ser misionero. Le basta con arder de celo para difundir la fe. A menudo habla de esto a sus fieles, especialmente a los jóvenes. Difunde la prensa misionera, reza y recomienda asiduamente la oración por la conversión de los infieles y la multiplicación de los obreros evangélicos. Transfunde su espíritu en las almas que guía. ¿Será difícil para un sacerdote así discernir entre sus ovejas a algún joven predestinado a convertirse un día en apóstol de Jesús? (...) Las vocaciones vienen de Dios, pero generalmente se determinan por medios humanos, los cuales se han puesto en manos del sacerdote». (P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 223)
Preguntas para la reflexión
- ¿Hasta qué punto me siento responsable de las misiones?
- ¿Difundo la prensa misionera en mi trabajo pastoral? ¿Colaboro con las Obras Misionales Pontificias? ¿Dirijo algún grupo misionero?
- ¿En qué medida estoy comprometido con la formación y la animación misionera entre aquellos a los que sirvo?
ORACIÓN
Señor, has querido salvar a la humanidad y por eso has fundado la Iglesia como comunidad de hermanos unidos en tu amor. No dejes de visitarnos y de llamar a los que has elegido para que sean la voz del Espíritu Santo, levadura de una sociedad más justa y fraterna.
Obtén para nosotros del Padre celestial los guías espirituales que necesitan nuestras comunidades: verdaderos sacerdotes del Dios vivo que, iluminados por tu Palabra, sepan hablar de ti y enseñar a los demás a hablar contigo.
Mira, Señor, a toda la humanidad y ten piedad de los que te buscan en la oración y en con una vida recta, pero no te han encontrado todavía: revélate a ellos como el Camino que lleva al Padre, como la Verdad que nos hace libres, como la Vida que no tiene fin. Haz, Señor, que vivamos en tu Iglesia con espíritu de servicio fiel y de entrega total, para que nuestro testimonio sea creíble y fecundo. Amén