Mayo 2022

Meditaciones misioneras para sacerdotes, personas consagradas, laicos

 

No se puede vivir sin una madre. Un niño sin madre se pierde y llora. Tengan una madre en María (Beato Paolo Manna)

María y la misión

Del Evangelio según san Juan

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. (Jn 19,25-27)

Del Magisterio de la Iglesia

«Jesús, el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de Él: María “muestra el Camino”». (Catecismo de la iglesia católica, n. 2674)

«Pero en la Iglesia de entonces y de siempre María ha sido y es sobre todo la que es « feliz porque ha creído »: ha sido la primera en creer. (...) Ella también, como Abraham, había sido la que « esperando contra toda esperanza, creyó » (Rom 4, 18). Y he aquí que, después de la resurrección, la esperanza había descubierto su verdadero rostro y la promesa había comenzado a transformarse en realidad». (Juan Pablo II, Carta encíclica sobre la Bienaventurada Virgen María en la vida de la Iglesia peregrina, Redemptoris Mater, n. 26)

«De esta manera “la plenitud de los tiempos” manifiesta la dignidad extraordinaria de la “mujer”. Esta dignidad consiste, por una parte, en la elevación sobrenatural a la unión con Dios en Jesucristo, que determina la finalidad tan profunda de la existencia de cada hombre tanto sobre la tierra como en la eternidad». (Juan Pablo II, Carta Apostólica sobre la dignidad y la vocación de la mujer, Mulieris Dignitatem, n. 4)

«Exhorto, en fin, a todas las personas consagradas a que renueven cotidianamente, según las propias tradiciones, su unión espiritual con la Virgen María, recorriendo con ella los misterios del Hijo, particularmente con el rezo del Santo Rosario». (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo, Vita Consecrata, n. 95)

«Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium, n. 284)

«María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. (…)  Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. (…)Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium, n. 286)

«Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. (...) María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret. (...) Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium, n. 288)

De los escritos del B. Paolo Manna

«Después de su peregrinación a Lourdes en 1908, el Padre Manna pidió a María cinco gracias que había anotado en su breviario y por las que rezó hasta su muerte: 1) Haz que ame infinitamente 2) Dame un gran amor por tu Divino Hijo 3) Haz que a través de muchas humillaciones me mantenga puro 4) Concédeme la gracia de la santa perseverancia y estate conmigo en el momento de la muerte 5) Intercede por la salvación de todos mis parientes». (P. Manna, Esci dalla tua terra…, Nápoles 1977, p. 21)

«Seguidamente después de la adoración de Dios, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, nadie debería ser tan querido como María Santísima». (P. Manna, Meditazioni alle religiose 1902-1934 e 1943-1949, parte 1, in: Scritti, vol. 66, p. 519)

«Aunque sólo en el cielo veremos realmente la gloria de María, la admiraremos para siempre y glorificaremos su grandeza, ya aquí en la tierra, inmediatamente después de Jesús, nuestros sentimientos, nuestra piedad y nuestra confianza deben dirigirse hacia María». (P. Manna, Meditazioni alle religiose 1902-1934 e 1943-1949, parte 1, in: Scritti, vol. 66, p. 519)

«Deberíamos vivir como niños en los brazos de la Santísima Virgen María». (P. Manna, “Venga il tuo Regno”, XXVIII (1969)

«No dudéis de la ayuda tan eficaz y poderosa de esta Madre divina para con vosotros. Ella tiene esta obligación hacia vosotros: id pues por los intereses de su Hijo divino, id también por Ella, para hacerla conocer, amar y venerar por los nuevos hijos». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, pp. 199-200)

«Vuestra vocación es la vocación de María: donar Jesús al mundo y con Jesús todos los bienes, con Jesús la vida eterna. Vosotros sois aún más afortunados, también donáis María al mundo». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 200)

«Si contáis con la protección de la Madre de Dios a vuestro favor, ¿quién estará contra vosotros? ¿Y a quiénes favorecerá María sino a los que continúan la gran obra de su Hijo y a los que propagan su culto?». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 200)

« ¡Qué deliciosa es la oración que el misionero puede hacer en sus largos y frecuentes viajes! (...) Siempre puede desgranar su Rosario y esparcir por el camino pequeñas semillas de oración que ciertamente no caerán en vano». (P. Manna, Virtù Apostoliche, Milán 1944, p. 52)

Preguntas para la reflexión

  • ¿Rezo el rosario todos los días?
  • ¿Cómo me inspira María en mi camino de fe y servicio?  
  • ¿Qué actitudes de María me gustaría desarrollar en mí?

ORACIÓN

María Inmaculada, Virgen fiel, por la fe y el amor te has convertido en la colaboradora más cercana de Cristo para la salvación del mundo. Dona tu protección maternal a todos los misioneros que anuncian la Buena Nueva de Jesús en los países de misión y entre los pueblos que han abandonado la Iglesia. Que a ninguno le falte la fe y el amor, aun cuando el Evangelio que predicamos apenas es aceptado o incluso rechazado. Amén.

 

Oración a la Virgen María en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013)

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.

Papa Francisco