El admirable amor del Padre: Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito
(Beato Paolo Manna)
El Padre envía al Hijo por el bien de la creación
Del Evangelio según san Juan
«Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». (Jn 3,16-17)
Del Magisterio de la Iglesia
«A todos los elegidos, el Padre, antes de todos los siglos, “los conoció de antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rm 8,29)». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 2)
«Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los más pobres, con frecuencia los más dispuestos, el gozoso anuncio del cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios, tal es la misión para la que Jesús se declara enviado por el Padre». (Pablo VI, Exhortación Apostólica acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, 6)
«La actividad misionera, que ésta tiene como único fin servir al hombre, revelándole el amor de Dios que se ha manifestado en Jesucristo». (Juan Pablo II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del mandato misionero, Redemptoris Missio, 2)
«En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (cf. 19, 37), ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: “Dios es amor” (1 Jn 4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad». (Benedicto XVI, Carta Encíclica sobre el amor cristiano, Deus Caritas Est, 12)
«Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium, 11)
De los escritos del B. Paolo Manna
«Este decreto de amor del Padre celestial, realizado en Adán, fue destruido por el pecado. Adán pecó y arrastró a todos sus descendientes a su desgracia. Pero este Padre divino no quiere dejarse vencer por el pecado, nos ama demasiado, y para salvarnos, para devolvernos la gracia de la filiación perdida, por un decreto de amor infinito, por una invención de justicia y de misericordia, ordena que su Hijo único, que vive eternamente en su seno, se haga hombre, permaneciendo Dios, para salvar al hombre caído». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 22)
«Admirable amor del Padre: Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito (Jn 3,16)». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 22)
«La sangre derramada por Jesucristo fue el precio de este gran regalo, por el que aún podemos llamar a Dios nuestro Padre, por el que aún podemos estimarnos y ser hijos de Dios y esperar estar con Él en el paraíso por toda la eternidad». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 23)
«Dios amando al hombre se rebaja, se hace hombre, por eso tenemos en la tierra un hombre-Dios». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 35)
«Dios supera todas las distancias y dificultades, quiere entrar en alianza con la humanidad, en afinidad y consanguinidad con los hombres, quiere que haya un Hombre-Dios entre la humanidad. ¿Pero es posible? Sí, el evangelista Juan lo dice: Et Verbum caro factum est». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 36)
«Dios, por un misterio infinito de amor, quiso hacerse hombre [...] Se hizo hombre para cancelar el pecado y salvar a los pecadores [...]. Bajó del cielo para salvar a los hombres, y por eso se hizo hombre como nosotros, y en una humanidad como la nuestra sufrió y murió como nosotros sufrimos y morimos. [...] ¡Qué amor!». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, pp. 36-37)
Preguntas para la reflexión
- ¿Cuánta gratitud muestro hacia el Padre que envió a su Hijo al mundo para mi salvación?
- ¿Soy consciente de lo grande que es el amor del Padre por mí? ¿Le doy las gracias por ello?
- ¿Puedo transmitir este gran amor de Dios a otras personas? ¿Cómo?
ORACIÓN
Letanías al amor misericordioso
Señor ten piedad, Señor ten piedad
Cristo ten piedad, Cristo ten piedad
Señor ten piedad, Señor ten piedad
Dios, padre bueno en ti confiamos
Dios, que eres padre y madre tierna
Dios, rico en misericordia
Padre, que buscas a tus hijos con un amor incansable
Padre, que siempre nos esperas
Padre, que perdonas, olvidas, no tienes en cuenta nuestras faltas
Padre, que quieres la felicidad de tus hijos
Padre, que proteges a los humildes y socorres a los pobres
Padre, siempre fiel a tus promesas
Padre, que llamas a todos a ser tus hijos
Padre, que guías a todos con paciencia y amor
Padre, que te compadeces de nuestro sufrimiento
Padre, que nos das todo gratuitamente
Padre, que diste a tu Hijo por nosotros
Jesús, Amor Misericordioso encarnado
Jesús, Buen Pastor de nuestras almas
Jesús, que por amor diste tu vida
Jesús, que tomaste sobre ti nuestros pecados
Jesús, humillado por nosotros hasta la muerte
Jesús, médico de nuestras enfermedades
Jesús, fuente de nuestra alegría
Jesús, que nos das tu paz
Jesús, fortaleza y escudo de los que esperan en ti
Jesús, esperanza de los bienes eternos
Jesús, que nos has llamado amigos
Jesús, fuente inagotable de gracia
Jesús, que nos recibes siendo pecadores con inmensa ternura
Jesús, hijo amado de María
Jesús, que nos diste a tu Madre
Jesús, que amas a todos sin excepción
Jesús, que eres Camino, Verdad y Vida
Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo
Espíritu de Amor, que penetras en el corazón de cada hombre
Espíritu de Sabiduría, que iluminas las mentes
Espíritu de bondad, que inspiras misericordia
Espíritu de Santidad, que engendras vírgenes
Espíritu de la Belleza, que otorgas la alegría de vivir
Espíritu de Fortaleza, que sostienes a los pobres y a los débiles
Espíritu de Fidelidad, que concedes la perseverancia
Espíritu de Prudencia, que todo lo conviertes en gloria de Dios
Espíritu de Paciencia, que esperas nuestra conversión
Espíritu de Misericordia, que llenas el corazón del hombre con Dios
Espíritu de Humildad, que guías a través de la obediencia
Espíritu de Justicia, que mides las faltas con misericordia
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.Ten misericordia nosotros.
Ruega por nosotros, oh María, Mediadora universal, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos
Oh Dios, Trinidad del Amor, Tu ves cuánta fuerza de amor necesitan el hombre y el mundo de hoy; ¡cuánta fuerza de Amor Misericordioso!
Te rogamos que no nos abandones; sé incansable; sé constantemente más grande que todo el mal que hay en el hombre y en el mundo; sé más grande que ese mal que ha crecido en nuestro siglo y en nuestra generación; sé más poderoso con el poder del Rey Crucificado. Él es Dios y vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.