Octubre 2021

Meditaciones para sacerdotes

 

SACERDOTES, ¡SED SANTOS! DE LO CONTRARIO VUESTRA VIDA  SERÁ UN DESASTRE

 

Palabra de Dios

«Di a la comunidad de los hijos de Israel: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”». Lv 19,2)

«Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto». (Mt 5,48)

Documentos de la Iglesia:

«Los presbíteros del Nuevo Testamento, por su vocación y por su ordenación, son segregados en cierta manera en el seno del pueblo de Dios, no de forma que se separen de él, ni de hombre alguno, sino a fin de que se consagren totalmente a la obra para la que el Señor los llama (Cf. Hch 13, 2). No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida distinta de la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres, si permanecieran extraños a su vida y a su condición (Cf. Pablo VI, Encicl. Ecclesiam Suam, del 6 de agosto de 1964: 56). Su mismo ministerio les exige de una forma especial que no se conformen a este mundo (Cf. Rom 12, 2); pero, al mismo tiempo, requiere que vivan en este mundo entre los hombres, y, como buenos pastores, conozcan a sus ovejas, y busquen incluso atraer a las que no pertenecen todavía a este redil, para que también ellas oigan la voz de Cristo y se forme un solo rebaño y un solo Pastor (Cf. Jn 10, 14-16)».

(Conc. Vat. ii, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 3)

«Dios, que es el solo Santo y Santificador, quiso tener a los hombres como socios y colaboradores suyos, a fin de que le sirvan humildemente en la obra de la santificación. Por esto congrega Dios a los presbíteros, por ministerio de los obispos, para que, participando de una forma especial del Sacerdocio de Cristo, en la celebración de las cosas sagradas, obren como ministros de Quien por medio de su Espíritu efectúa continuamente por nosotros su oficio sacerdotal en la liturgia». (Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 5)

«Los presbíteros conseguirán propiamente la santidad ejerciendo sincera e infatigablemente en el Espíritu de Cristo su triple función». (Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 13)

De los escritos del B. Paolo Manna:

«Atención: Dios, para convertir y santificar a los pueblos, nunca se valdrá de hombres vanos y orgullosos, llenos de confianza en sus méritos personales. Dios es celoso de su gloria. Para destruir los vicios, no se servirá de un sacerdote que ame el mundo, [...] de un sacerdote tibio en la fe, holgazán, que no se mortifica. […] Seamos sinceros cuando nos lamentamos por las ruinas que el hombre enemigo de la religión hace en el campo que tenemos que cultivar, la verdadera culpa es nuestra». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 112)

«Hagamos que los misioneros, los instrumentos más directos en la conversión de las almas, sean santos, y los infieles no tardarán en convertirse».  (P. Manna, Virtù Apostoliche, Milán 1944, p. 41)

«Naturalmente no hace falta decir que quien es llamado al sacerdocio está también llamado a un grado muy alto de santidad. Se puede ser un buen médico, abogado, profesor sin ser un santo, pero no puede ser así en el caso de un sacerdote: sería un contrasentido […] La vocación sacerdotal y la santidad están estrechamente vinculadas: puede haber santidad sin sacerdocio, pero no a la inversa». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 80)

«Y esta santidad sacerdotal, que fue elegida por Dios, esta santidad sacerdotal que fue aceptada por nosotros, es también la idea de todo el mundo. Todos saben que el sacerdote debe ser santo, y todos lo esperan y lo exigen, incluso los villanos que nos desprecian y luchan contra nosotros». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 87-88)

Preguntas para la reflexión:

·         ¿Qué recuerdo de mi ordenación sacerdotal?

·         ¿Hasta qué punto siguen presentes en mí los ideales de aquel día?

·         Sinceramente, ¿en qué medida soy un ejemplo de vida sacerdotal para aquellos a los que Dios me ha enviado?

·         ¿Cuándo ha sido la última vez que he pedido a Dios que fortalezca mi fidelidad y me ayude a llevar una vida humana y sacerdotal buena?

·         ¿Cuándo ha sido la última vez que he rezado por las misiones y los misioneros?

ORACIÓN

Dios tres veces santo, tú eliges y llamas a las personas para que sirvan a tu pueblo como sus pastores. Mira a todos los sacerdotes de la Iglesia y renueva en ellos la gracia del Orden sacerdotal. Que el Espíritu Santo, con el que fueron colmados, anime en ellos la gracia de la santidad, para que su ministerio y su vida sean vividos en santidad. Haz que fijen su mirada en Jesucristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor, y lo sigan con un corazón generoso, haciendo de su vida un don para Ti y para la Iglesia.

Madre Santísima, Madre de los sacerdotes, intercede por ellos ante Tu Hijo.

¡Ellos le pertenecen! Hazlos santos en el corazón y en el cuerpo y que sean fieles a su vocación. ¡Fortalece a los débiles y condúcelos a Cristo! Envíales ángeles buenos para aliviar su debilidad. Implora para todos ellos una fe profunda, una esperanza inquebrantable, un amor perfecto y un profundo sentido de la santidad de Dios y de lo que es de Dios. Amén

 

las personas consagradas

 

ES IMPOSIBLE QUE UN RELIGIOSO O UNA RELIGIOSA PUEDA AMAR A JESUCRISTO, ¡Y NO TENGA PASIÓN POR LA MISIÓN!

La dimensión misionera de la vida consagrada

Del Evangelio según San Mateo

«Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. […] Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”».

(Mt 25,37-40, 44-46)

De los documentos de la Iglesia:

«Los religiosos cuiden con atenta solicitud de que, por su medio, la Iglesia muestre de hecho mejor cada día ante fieles e infieles a Cristo». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la iglesia, Lumen Gentium, n. 46)

«Los Institutos religiosos de vida contemplativa y activa tuvieron hasta ahora, y siguen teniendo, la mayor parte en la evangelización del mundo. El Sagrado Concilio reconoce gustoso sus méritos, y da gracias a Dios por tantos servicios prestados a la gloria de Dios y al bien de las almas, y les exhorta a que sigan sin desfallecer en la obra comenzada, sabiendo, como saben, que la virtud de la caridad, que deben cultivar perfectamente por exigencias de su vocación, les impulsa y obliga al espíritu y al trabajo verdaderamente católico (cf. Constitución Dogmática, Lumen Gentium, 44).

Los Institutos de vida contemplativa tienen una importancia singular en la conversión de las almas por sus oraciones, obras de penitencia y tribulaciones, porque es Dios quien, por medio de la oración, envía obreros a su mies (cf. Mt 9,38), abre las almas de los nos cristianos, para escuchar el Evangelio (cf. Hch 16,14) y fecunda la palabra de salvación en sus corazones (cf. 1Cor 3,7). Más aún: se ruega a estos Institutos que funden casas en los países de misiones, como ya lo han hecho algunos, para que, viviendo allí de una forma acomodada a las tradiciones genuinamente religiosas de los pueblos, den su precioso testimonio entre los no cristianos de la majestad y de la caridad de Dios, y de la unión en Cristo.

Los Institutos de vida activa, por su parte, persigan o no un fin estrictamente misional, pregúntense sinceramente delante de Dios si pueden extender su actividad para la expansión del Reino de Dios entre los gentiles; si pueden dejar a otros algunos ministerios, de suerte que dediquen también sus fuerzas a las misiones; si pueden comenzar su actividad en las misiones, adaptando, si es preciso, sus Constituciones, fieles siempre a la mente del Fundador; si sus miembros participan según sus posibilidades, en la acción misional; si su género de vida es un testimonio acomodado al espíritu del Evangelio y a la condición del pueblo.

Creciendo cada día en la Iglesia, por inspiración del Espíritu Santo, los Institutos seculares, su trabajo, bajo la autoridad del Obispo, puede resultar fructuoso en las misiones de muchas maneras, como señal de entrega plena a la evangelización del mundo». (Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la iglesia, Ad Gentes, n. 40)

«Los religiosos, también ellos, tienen en su vida consagrada un medio privilegiado de evangelización eficaz. A través de su ser más íntimo, se sitúan dentro del dinamismo de la Iglesia, sedienta de lo Absoluto de Dios, llamada a la santidad. Es de esta santidad de la que ellos dan testimonio. Ellos encarnan la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Ellos son por su vida signo de total disponibilidad para con Dios, la Iglesia, los hermanos». (Pablo VI, Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi, n.69)

«En la inagotable y multiforme riqueza del Espíritu se sitúan las vocaciones de los Institutos de vida consagrada, cuyos miembros, “dado que por su misma consagración se dedican al servicio de la Iglesia... están obligados a contribuir de modo especial a la tarea misional, según el modo propio de su Instituto”». (Juan Pablo II, Carta Encíclica, Redemptoris Missio, n. 69)

«La misión está inscrita en el corazón mismo de cada forma de vida consagrada. En la medida en que el consagrado vive una vida únicamente entregada al Padre (cf. Lc 2, 49; Jn 4, 34), sostenida por Cristo (cf. Jn 15, 16; Gl 1, 15-16), animada por el Espíritu (cf. Lc 24, 49; Hch 1, 8; 2, 4), coopera eficazmente a la misión del Señor Jesús (cf. Jn 20, 21), contribuyendo de forma particularmente profunda a la renovación del mundo». (Juan Pablo II Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata, 25)

«Quien ama a Dios, Padre de todos, ama necesariamente a sus semejantes, en los que reconoce otros tantos hermanos y hermanas. Precisamente por eso no puede permanecer indiferente ante el hecho de que muchos de ellos no conocen la plena manifestación del amor de Dios en Cristo. […] Es un impulso sentido sobre todo por los miembros de los Institutos, sean de vida contemplativa o activa». (Juan Pablo II Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata, 77)

De los escritos del B. Paolo Manna:

«Este celo por la salud de los no cristianos debe formar parte de la vida de toda alma consagrada que ame a Jesucristo». (P. Manna, Donne senza paura, Nápoles 1977, p. 8)

« ¡Oh, las hermanas, las almas consagradas a Jesucristo, son todas misioneras por la propia naturaleza de su vocación! Y entienden bien su vocación, toda ella hecha de amor y sacrificio, ¡y le corresponden fielmente!» (P. Manna, Donne senza paura, Nápoles 1977, p. 7)

«Vosotras trabajáis en la oscuridad, pero gracias a vuestro trabajo, bendecido por Dios, la idea [de misión] llega lejos y, por vías en gran parte desconocidas para nosotros, el Reino de Nuestro Señor avanza, las vocaciones se multiplican y las almas se salvan». (P. Manna, Donne senza paura, Nápoles 1977, p. 14)

Las personas consagradas han dedicado toda su vida al divino Maestro, al que llaman esposo de sus almas, y siguen haciéndole promesas de amor y obediencia cada vez más grandes. Así, no pueden permanecer indiferentes y no hacer nada por la salvación de millones de almas de pobres infieles, por los que Jesús también ha derramado su preciosa sangre. (Cf. P. Manna, La conversione del mondo infedele, Milán 1920, p. 230)

«Pero no todas las religiosas pueden ni deben ser Misioneras [en el sentido de ir a países de misión], […] pero todas ellas deben serlo en el deseo, la disposición y la voluntad».

(P. Manna, Donne senza paura, Nápoles 1977, p. 7-8)

Preguntas para la reflexión:

·         ¿Cómo promuevo la idea misionera en mi comunidad, apostolado, trabajo?

·         ¿Cuándo ha sido la última vez que he rezado por las misiones, por los misioneros, por las vocaciones misioneras?

·         ¿Cómo puedo seguir mi vocación misionera y ocuparme de las misiones dentro del carisma de mi Congregación?

·         ¿Qué puedo hacer por la obra misionera de la Iglesia dentro del carisma de mi Congregación?

ORACIÓN

Mira con amor, Señor, a estos hijos tuyos, sacerdotes, religiosas y laicos, que lo dejan todo para dar testimonio de Tu palabra y de Tu corazón.

Sé para cada uno de ellos «el protector poderoso, la roca fuerte, el cobijo contra las pasiones, el refugio contra el sol del mediodía, la ayuda para no tropezar, el socorro en las caídas». 

Sostenlos en los momentos difíciles; sostén su fuerza, consuela sus corazones, corona su trabajo con logros espirituales. Ellos no buscan éxitos humanos, ni bienes triviales: sino sólo Tu triunfo y el bien de las almas.

Que Tu imagen crucificada, que les acompañará durante toda su vida, les hable de heroísmo, de abnegación, de amor y de paz: que les conforte y les guíe, que sea luz y fuerza, para que, a través de ellos, Tu bendito Nombre se extienda cada vez más por el mundo, y para que, rodeados de un número cada vez mayor de Tus hijos, puedan cantar el himno de la gratitud, de la gloria y de la redención.

(Entrega del crucifijo a 510 misioneros y misioneras, Homilía del Santo Padre Juan XXIII,

Basílica Vaticana, Domingo, 11 de octubre de 1959)

los laicos

 

LOS LAICOS SON AUTÉNTICOS MISIONEROS

La dimensión misionera de los laicos

Del Evangelio según S. Mateo:

«Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. […] Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”». (Mt 25,37-40, 44-46)

De los documentos de la Iglesia:

«Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos […]. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde». (Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la iglesia, Lumen Gentium, n. 31)

«La misión es de todo el pueblo de Dios: aunque la fundación de una nueva Iglesia requiere la Eucaristía y, consiguientemente, el ministerio sacerdotal, sin embargo la misión, que se desarrolla de diversas formas, es tarea de todos los fieles.

La participación de los laicos en la expansión de la fe aparece claramente, desde los primeros tiempos del cristianismo, por obra de los fieles y familias, y también de toda la comunidad». (Juan Pablo II, Carta Encíclica, Redemptoris Missio, n. 71)

«Los sectores de presencia y de acción misionera de los laicos son muy amplios. “El campo propio […] es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía” (Pablo VI, Exh. Ap. Evangelii Nuntiandi, 70) a nivel local, nacional e internacional. Dentro de la Iglesia se presentan diversos tipos de servicios, funciones, ministerios y formas de animación de la vida cristiana». (Juan Pablo II, Carta Encíclica, Redemptoris Missio, n. 72)

«En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones». (Papa Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, n. 120)

De los escritos del B. Paolo Manna:

«[Dios no quiso formar] una casta especial, distinta de la masa de los hombres, para crearse un pueblo peculiar. Todos los hombres y todos los cristianos están llamados a la santidad». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 85)

Difundir la fe y promover las vocaciones misioneras es un gran deber que se desprende de la oración cristiana diaria “Venga tu Reino”. ¿Y qué ocurrirá si no cooperamos todos para esta venida? ¿Quién dará misioneros a la Iglesia, quién los apoyará en su difícil labor, sino nosotros? (Cf. P. Manna, “Venga il Regno tuo!”, Navidad 1921 número único distribuido para la apertura en Ducenta del Seminario Meridional para las Misiones Extranjeras)

En la guerra siempre hay quien está en primera línea y quien está en la retaguardia. ¿Qué hacen los de la retaguardia por los soldados que combaten? Hablan de ellos con gran admiración. ¿Y los cristianos hablan de los misioneros? ¿Sienten admiración y afecto por ellos?

Desde atrás, rezan por los soldados y les envían diversas cosas. Y vosotros, ¿rezáis por los soldados de Jesucristo, por los misioneros, para que el Señor les dé fuerza, valor, paciencia y toda gracia? ¿Qué les enviáis? (Cf. P. Manna, “Propaganda Missionaria”, julio 1918, p. 1)

Preguntas para la reflexión:

·         ¿Qué recuerdo de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación que me obliga a involucrarme en la obra misionera de la Iglesia?

·         ¿Cómo realizo mi vocación misionera en el trabajo, en la familia y en la parroquia?

·         ¿Cómo puedo involucrarme más para ayudar en las misiones ad gentes?

·         Cuando rezo con las palabras del Padre Nuestro, ¿soy consciente de que esta oración es un compromiso a cuidar de la Iglesia en todo el mundo?

·         ¿Cuándo ha sido la última vez que he rezado por las misiones y por los misioneros?

ORACIÓN

 Señor Jesucristo, Tú eres el Rey del mundo, la esperanza y lo que todas las naciones esperan. Has redimido a todas las personas con Tu preciosa sangre.

Dirige Tu mirada con bondad a todas las naciones dispersas por el ancho mundo y dales a conocer Tu Verdad.

¡Mira, Señor! Sólo una parte de la humanidad conoce Tu nombre. Sólo una parte de la humanidad te reza. A los pobres que no te conocen, no les tengas en cuenta sus pecados, sino muestra al mundo Tu gracia. Haz que todos te conozcan, crean en ti y te sirvan. Tú eres nuestra vida y salvación, nuestra resurrección, junto con el Padre y el Espíritu Santo, el único Dios en la eternidad. Amén.

Card. Henry Newman