SACERDOTES, ¡SED SANTOS! DE LO CONTRARIO VUESTRA VIDA SERÁ UN DESASTRE
Palabra de Dios
«Di a la comunidad de los hijos de Israel: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”». Lv 19,2)
«Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto». (Mt 5,48)
Documentos de la Iglesia:
«Los presbíteros del Nuevo Testamento, por su vocación y por su ordenación, son segregados en cierta manera en el seno del pueblo de Dios, no de forma que se separen de él, ni de hombre alguno, sino a fin de que se consagren totalmente a la obra para la que el Señor los llama (Cf. Hch 13, 2). No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida distinta de la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres, si permanecieran extraños a su vida y a su condición (Cf. Pablo VI, Encicl. Ecclesiam Suam, del 6 de agosto de 1964: 56). Su mismo ministerio les exige de una forma especial que no se conformen a este mundo (Cf. Rom 12, 2); pero, al mismo tiempo, requiere que vivan en este mundo entre los hombres, y, como buenos pastores, conozcan a sus ovejas, y busquen incluso atraer a las que no pertenecen todavía a este redil, para que también ellas oigan la voz de Cristo y se forme un solo rebaño y un solo Pastor (Cf. Jn 10, 14-16)».
(Conc. Vat. ii, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 3)
«Dios, que es el solo Santo y Santificador, quiso tener a los hombres como socios y colaboradores suyos, a fin de que le sirvan humildemente en la obra de la santificación. Por esto congrega Dios a los presbíteros, por ministerio de los obispos, para que, participando de una forma especial del Sacerdocio de Cristo, en la celebración de las cosas sagradas, obren como ministros de Quien por medio de su Espíritu efectúa continuamente por nosotros su oficio sacerdotal en la liturgia». (Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 5)
«Los presbíteros conseguirán propiamente la santidad ejerciendo sincera e infatigablemente en el Espíritu de Cristo su triple función». (Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 13)
De los escritos del B. Paolo Manna:
«Atención: Dios, para convertir y santificar a los pueblos, nunca se valdrá de hombres vanos y orgullosos, llenos de confianza en sus méritos personales. Dios es celoso de su gloria. Para destruir los vicios, no se servirá de un sacerdote que ame el mundo, [...] de un sacerdote tibio en la fe, holgazán, que no se mortifica. […] Seamos sinceros cuando nos lamentamos por las ruinas que el hombre enemigo de la religión hace en el campo que tenemos que cultivar, la verdadera culpa es nuestra». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 112)
«Hagamos que los misioneros, los instrumentos más directos en la conversión de las almas, sean santos, y los infieles no tardarán en convertirse». (P. Manna, Virtù Apostoliche, Milán 1944, p. 41)
«Naturalmente no hace falta decir que quien es llamado al sacerdocio está también llamado a un grado muy alto de santidad. Se puede ser un buen médico, abogado, profesor sin ser un santo, pero no puede ser así en el caso de un sacerdote: sería un contrasentido […] La vocación sacerdotal y la santidad están estrechamente vinculadas: puede haber santidad sin sacerdocio, pero no a la inversa». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 80)
«Y esta santidad sacerdotal, que fue elegida por Dios, esta santidad sacerdotal que fue aceptada por nosotros, es también la idea de todo el mundo. Todos saben que el sacerdote debe ser santo, y todos lo esperan y lo exigen, incluso los villanos que nos desprecian y luchan contra nosotros». (P. Manna, Chiamati alla santità, Nápoles 1977, p. 87-88)
Preguntas para la reflexión:
· ¿Qué recuerdo de mi ordenación sacerdotal?
· ¿Hasta qué punto siguen presentes en mí los ideales de aquel día?
· Sinceramente, ¿en qué medida soy un ejemplo de vida sacerdotal para aquellos a los que Dios me ha enviado?
· ¿Cuándo ha sido la última vez que he pedido a Dios que fortalezca mi fidelidad y me ayude a llevar una vida humana y sacerdotal buena?
· ¿Cuándo ha sido la última vez que he rezado por las misiones y los misioneros?
ORACIÓN
Dios tres veces santo, tú eliges y llamas a las personas para que sirvan a tu pueblo como sus pastores. Mira a todos los sacerdotes de la Iglesia y renueva en ellos la gracia del Orden sacerdotal. Que el Espíritu Santo, con el que fueron colmados, anime en ellos la gracia de la santidad, para que su ministerio y su vida sean vividos en santidad. Haz que fijen su mirada en Jesucristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor, y lo sigan con un corazón generoso, haciendo de su vida un don para Ti y para la Iglesia.
Madre Santísima, Madre de los sacerdotes, intercede por ellos ante Tu Hijo.
¡Ellos le pertenecen! Hazlos santos en el corazón y en el cuerpo y que sean fieles a su vocación. ¡Fortalece a los débiles y condúcelos a Cristo! Envíales ángeles buenos para aliviar su debilidad. Implora para todos ellos una fe profunda, una esperanza inquebrantable, un amor perfecto y un profundo sentido de la santidad de Dios y de lo que es de Dios. Amén