En poco tiempo muchos países de unieron a la iniciativa, y la Obra, desde Francia, se extendió a Bélgica, España, Italia y en otras muchas naciones.
El 3 de mayo de 1922 el Papa Pío XI, consciente de la gran contribución que en unos 80 años la Obra había dado a las misiones, la hizo suya, reconociéndola como Pontificia.
El 4 de diciembre de 1950, el Papa Pío XII instituyó la Jornada Mundial de la Santa Infancia, declarando como fecha de celebración el día de la Epifanía, pero dando libertad a cada nación de adaptar la fecha a las exigencias locales.
La espiritualidad de la Santa Infancia
El Fundador no tuvo el tiempo de elaborar un contenido teológico para su Obra. La llamó Santa Infancia porque deseaba que el camino misionero de los niños siguiera las huellas de Jesús, hecho Niño.
La Asociación se organiza en grupos de doce miembros para honrar los 12 años de la Infancia del Salvador. En la intención del Fundador, los grupos de doce niños debían cubrir los años de la Infancia y de la niñez de Jesús,
- imitar su simplicidad,
- su silencio,
- su alegría,
- la disponibilidad absoluta,
- la confianza a Su Madre,
- la docilidad hacia el Padre Putativo
- y, sobre todo, el deseo de ocuparse de las cosas del Padre.
Según el carisma de la Santa Infancia, el camino formativo debe dar a los niños una conciencia nueva.
El compromiso misionero nace, pues, del bautismo, y no se refiere sólo a los adultos. Los niños, mientras son niños, son misioneros con la oración y el sacrificio, en espera de llegar a serlo a pleno título con el don de la propia vida cuando sean adultos.