
II DOMINGO DE ADVIENTO (AÑO B)
Is 40,1-5.9-11;
Sal 84;
2Pd 3,8-14;
Mc 1,1-8
COMENTARIO BÍBLICO-MISIONERO
La invitación y el ejemplo de Juan el Bautista – El mensajero-misionero de Aquel que viene
Como en todo segundo de Adviento, el evangelio de hoy nos propone reflexionar sobre el mensaje y la persona de Juan Bautista, el precursor de Cristo. Los detalles del pasaje evangélico de San Marcos nos invitan a considerar al menos tres aspectos importantes para nuestra vida de discípulos-misioneros de Cristo.
1. «Voz del que grita en el desierto»
Juan es presentado como el profeta que asume en sí mismo –en sus palabras y acciones– las características de los profetas de la tradición de Israel. Su voz en el desierto recuerda las palabras del profeta Isaías, que proclamó en nombre de Dios el inicio de un nuevo éxodo, una nueva salida, la del exilio de Babilonia, como lo indica el mismo evangelista (Mc 1,3; cf. Mt 3,3). Además, la mención tan detallada de los vestidos de Juan Bautista, hace eco al modo de vestirse del profeta Elías (cf. 2Re 1,8) y las langostas de las que él se nutre cada día, hacen referencia un estilo de vida austero y penitente, distintivo de los profetas.
A tal propósito, subrayo que: ¡Todo profeta de Dios, por lo tanto, es un enviado especial para el pueblo y hablará siempre en el nombre de Dios y de las cosas que Dios le pida decir! Es, o sea, el misionero de Dios. Así sucedió también con Juan el Bautista, presentado como el profeta mandado por Dios como su mensajero especial para preparar la venida de Cristo-Hijo de Dios, como subrayaba el evangelista Marco al inicio de su evangelio con la cita del profeta Malaquías
(Mc 1,2; cf. Ml 3,1; el texto es considerado por el evangelista Marco como de Isaías, al que inmediatamente después). Juan será después alabado por Jesús mismo como “el más grande de entre los nacidos”, “más que un profeta”, efectivamente, “el mensajero” de Dios (cf. Lc 7,27-28; Mt 11,9-11). La referencia particular del “desierto” como el lugar de la vocación y el inicio de la actividad del Bautista sirven no sólo para señalar el cumplimiento del anuncio profético de Isaías (cf. Lc 3,4; Is 40,3) o para volver a vivir la experiencia del éxodo, sino también para imaginar un cuadro espiritual general del tiempo e intuir una conexión entre la entrada en escena del Bautista y la renovación escatológica del pueblo. El profeta-misionero de Dios, actúa casi siempre en el desierto, ¡también cuando lo hace en una ciudad superpoblada como Shanghái, Nueva Delhi, Lagos o Sao Paolo! De todas maneras, el hecho no lo atemoriza, ni desanima, porque sabe que está allá no por propia voluntad, ¡sino por una misión confiada a él por la Palabra de Dios!
2. «[Juan Bautista predicaba] un bautismo de conversión para el perdón de los pecados»
Aunque es descrito como un profeta, Juan tiene algo especial: la esencia de su predicación es presentada como exhortación a la conversión, más aún, «un bautismo de conversión para el perdón de los pecados». Jesús mismo confirmará la necesidad de la conversión personal al evangelio en su primerísima proclamación: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). De este modo, se puede ver, por un lado, la validación por parte de Jesús del mensaje de Juan Bautista y, por otro, emerge con claridad la figura de Juan como predicador del evangelio, de la Buena Noticia de Dios proclamada por Jesús, el Mesías Hijo de Dios, en la plenitud de los tiempos. Juan, por tanto, es un profeta particular, el profeta-mensajero mesiánico que tiene el gran honor de preparar en primera persona la venida del reino mesiánico, inaugurado por Cristo
En el plano espiritual, la llamada de Juan el Bautista continúa siendo válida para todo “bautizado” actual, en el tiempo presente de la espera de la venida del Señor. El mismo Señor Jesús nos ha amonestado, sin medias tintas, contra toda hipocresía y pereza espiritual sin una verdadera conversión de los pecados: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21). Todos los bautizados, los de aquel tiempo como los de ahora, son llamados al compromiso serio para la conversión, que lleva a la fe madura «que actúa por el amor», como el apóstol San Pablo subraya en Gal 5,6, justamente en la misma línea de pensamiento de Santiago apóstol (St 2,14-26). Esta fe genuina y madura lleva naturalmente compartir gozosamente la vida del reino de los cielos con los otros, al compromiso “misionero” en la “predicación mesiánica” del Reino de Dios a todos y en todo tiempo, así como Juan Bautista lo ha hecho.
3.En preparación a Aquel que «bautizará con Espíritu Santo»
A pesar de la dureza del lenguaje típico de los profetas, que querían sacudir la consciencia espiritual dormida de muchos, la predicación mesiánica de Juan Bautista abre el horizonte a un futuro de esperanza, indicando la figura de «el que viene», el mesías de Dios, que «bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1,8). La referencia al bautismo en Espíritu Santo, es decir, a la inmersión en el Espíritu divino, con la venida de Cristo, enfatiza el cumplimiento del sueño de los profetas de Israel con respecto a los tiempos finales, cuando Dios infundirá su Espíritu sobre toda criatura, según el anuncio del profeta Joel (cf. Joel 3,1-5), acentuado después por San Pedro apóstol en su primera predicación misionera en el día de Pentecostés (cf. Hch 2,17-18).
Por lo tanto, hoy a todos los cristianos bautizados se les recuerda y se les reclama la vida en el Espíritu que han recibido como don por Cristo, para vivir en profundidad el tiempo de Adviento, en el que todos somos llamados a la conversión en vista a la venida del Señor. Mantengamos siempre en el corazón esas palabras de la segunda carta De San Pedro apóstol, escuchadas hoy: «El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión» (2Pd 3,9).
En realidad, el regreso a Dios, a Cristo-su Hijo y al Espíritu Santo, el otro Paráclito-consolador, nos donará de nuevo la consolación divina en las adversidades y en la alegría, tanto en la vida como en el anuncio de la fe.. A este propósito, queremos reportar un pasaje importante del Papa Francisco en el mensaje para la Jornada Misionera Mundial 2022: «todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia fundamental de la acción del Espíritu, a vivir con Él en lo cotidiano y recibir constantemente su fuerza e inspiración. Es más, especialmente cuando nos sintamos cansados, desanimados, perdidos, acordémonos de acudir al Espíritu Santo en la oración, que —quiero decirlo una vez más— tiene un papel fundamental en la vida misionera, para dejarnos reconfortar y fortalecer por Él, fuente divina e inextinguible de nuevas energías y de la alegría de compartir la vida de Cristo con los demás».
¡Así sea! Amen.