IV Domingo de Pascua (Año A)
Hch 2, 14a.36-41;
Sal 22;
1 Pe 2, 20b-25;
Jn 10, 1-10
El Señor es mi pastor, nada me falta
COMMENTARIO BIBLICO-MISSIONARIO
Cristo, el Buen Pastor, que es la puerta de las ovejas
El cuarto domingo de Pascua es también llamado “del Buen Pastor”, y las lecturas con las oraciones de la liturgia están enfocadas particularmente en esta bellísima imagen de Jesús. Por este motivo, desde el 1964 por decisión del Papa San Pablo VI, este domingo es también la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, dedicada a aquellos que han recibido la llamada para seguir a Jesús, el Sumo Sacerdote y buen Pastor. En este sentido, hoy en muchas parroquias y Diócesis del mundo se realiza la colecta destinada al fondo de solidaridad universal de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol (OPSPA) para la formación de sacerdotes, religiosos y religiosas, mediante el apoyo a seminarios y noviciados en las misiones así como a candidatos y formadores. De esta forma, cada fiel participa activamente, a través de la oración y contribución concreta, a la misión evangelizadora de la Iglesia en el ámbito específico del cuidado por las vocaciones y actividades formativas para los nuevos y buenos sacerdotes-pastores «con olor a oveja» (Papa Francisco, Santa Misa Crismal, Homilía Basílica Vaticano, Jueves Santo, 28 de marzo de 2013) siguiendo las huellas de Cristo Buen Pastor. En este contexto, las lecturas de la misa de hoy nos ayudan a resaltar y profundizar al menos tres aspectos importantes de la misión de Cristo el Pastor, modelo y ejemplo de todos los pastores del pueblo según el deseo de Dios Padre.
1. La relación particular entre Jesús y sus ovejas
El pasaje evangélico que hemos escuchado hoy es muy sintético, pero denso en su significado. Representa el comienzo del discurso de Jesús en el Cuarto Evangelio sobre la auto-declaración «Yo soy el Buen Pastor» (Jn 10, 11.14). Así, ya desde el principio, incluso antes de declararse el Buen Pastor, Jesús subraya una característica fundamental de la relación entre Él y sus ovejas: «En verdad, en verdad os digo: […] el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. […] las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz» (Jn 10, 1-4). Estas palabras se repetirán en lo que Jesús dirá más tarde, cuando se auto-declara como el buen pastor: «Yo soy el Buen Pastor, [dice el Señor], que conozco a las mías, y las mías me conocen» (Jn 10, 14); y al final del discurso: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen» (Jn 10, 27).
Se debe subrayar inmediatamente que el verbo conocer en el lenguaje bíblico-judío denota un conocimiento no tanto intelectual (de un saber) sino existencial, como en la relación entre el esposo y la esposa. Se trata de un conocimiento reciproco intimo e integral, un conocer que implica amar y pertenecer al otro. Por esto cuando Jesús declara ser el buen pastor, inmediatamente afirma que «El buen pastor da su vida por sus ovejas» (Jn 10, 11b.15b). El lo hace, porque conoce a sus ovejas, es decir, las ama profundamente, incluso más que su propia vida.
Además, el conocimiento entre Jesús y sus ovejas es puesta en paralelo con aquella entre Jesús y Dios Padre. El declara, en efecto, «conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre» (Jn 10, 14b-15). Se pone, por tanto, la relación entre Jesús buen pastor y sus discípulos de frente a una realidad mística de conocimiento íntimo entre las Personas divinas. De un lado se vislumbra la profundidad del conocimiento-amor que Jesús tiene por sus ovejas, como aquella que Jesús tiene por el Padre. El efectivamente afirma en otro lugar: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). Por otro lado, cuando Jesús afirma que sus ovejas lo conocen, es posible preguntarse si efectivamente su conocimiento por Jesús sea comparable a aquella entre el Padre y Jesús. Nos parece de captar una invitación implícita a las “ovejas” de Jesús a preguntarse sobre si y cuanto conocen a su Pastor y reconozcan su voz en medio de tantos rumores a su alrededor. Dado que es imposible agotar todas las riquezas del misterio de Cristo, permanece siempre actual, por las ovejas de todo tiempo, el empeño de crecer siempre de mas en el conocimiento del Pastor que las conoce y las ama hasta dar la vida por ellas. (Significativo al respecto el regaño de Jesús a Felipe, uno de sus íntimos discípulos: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?» (Jn 14, 9). Son palabras validas también para cada discípulo que lo sigue.
2. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante»
Reiterando la relación particular con sus ovejas, Jesús señala, de inmediato, el cuidado/misión especial que deriva del conocimiento y del amor: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10, 10). Esta especial misión/cuidado de Jesús se reafirma nuevamente al final del discurso: «yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano» (Jn 10, 28). Así, el don de la vida en abundancia se identifica con la vida eterna. Sin embargo, esta vida no designa una realidad futura, solo después de la muerte. Esta indica una vida de comunión con Jesús y con Dios, que inicia ya en el presente y que continuará en la eternidad. Por eso, Jesús subraya: «En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna» (Jn 6, 47). Incluso, «En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida » (Jn 5, 24). «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna » (Jn 6, 54).
De estas citas, sobre todo la última, surge otro aspecto fundamental de la vida eterna que Jesús dona a sus ovejas. Se trata de la misma vida que El ofrece por los suyos, como ya aparece claro en las declaraciones del buen pastor mencionadas anteriormente. Jesús se ha hecho también cordero sacrificado para donar la propia vida a sus ovejas y para guiarlas ahora «hacia fuentes de aguas vivas» (Ap 7, 17), como nos lo recuerda la segunda lectura.
Se trata, por tanto, del pastor que no conoce solo el olor de las ovejas, sino que se ha hecho también una de ellas, para compartir con ellas todo de la vida (también la muerte). Es cuanto se afirma sobre la figura de Cristo sumo sacerdote: «No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado» (Hb 4, 15).
Este fuerte vínculo entre Jesús buen pastor y sus ovejas será la razón por la cual ninguna de ellas le será arrebatada (Jn 10, 28) de su mano y de la mano del Padre. San Pablo apóstol expresa el mismo concepto con palabras conmovedoras e inspiradas a partir de una pregunta retórica: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8, 35.37-39).
3. Una metáfora insólita y poco profundizada: «Yo soy la puerta: si alguno entra através de mi, será salvo; entrará y saldrá y encontrará pastos»
En el evangelio de Juan, la imagen original de Jesus como la puerta que conduce a la vida, parece enfatizar su función como único mediador. Esta última figura, por su parte, es explicada con otra imagen tan enigmática como original, que Jesús menciona en el discurso con Natanael: el hijo del hombre será como la escalera sobre la que descienden y suben los ángeles (Jn 1,51). Lo que resulta interesante es que esta imagen tiene como trasfondo el pasaje del Antiguo Testamento que reporta el sueño de Jacob en Luz, el lugar que después se llamará Betel (Gn 28,12ss) donde, al tener la visión de la escalera que une el cielo con la tierra, exclama el patriarca “¡Cómo es terrible este lugar! ¡Ésta es la casa de Dios y la puerta del cielo!” (Gn 28,17). Por eso, la imagen de Jesús la “puerta de las ovejas”, a pesar de la diferencia del término usado en las lenguas originales, podría tener un contacto con la idea de la puerta que conduce al cielo.
En esta perspectiva, la doble afirmación de Jesús sobre la puerta y el pastor de las ovejas, es muy cercana a la declaración de Jesús como “camino, verdad y vida”. En ambos casos se subraya la exclusiva mediación de Jesús en vista a la salvación, es decir, a la vida de los hombres. Se enfatiza, además, el carácter auténtico y genuino de su identidad: el buen pastor ideal, perfecto, bello según el designio de Dios. La imagen de Jesús como puerta de las ovejas, se acerca a la metáfora del camino a la vida. No es casualidad que Él mismo concluye el discurso sobre la puerta con la afirmación cristológica-soteriológica: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10b). Aquí aparece el contacto con la Sabiduría personificada, cuya “puerta” conduce a la vida y a la comunión con Dios (cf. Prov 8,34-35).
En conclusión, la declaración de Jesús como “buen pastor” no señala solo su bondad, sino que quiere transmitir la idea del pastor ideal, genuino, perfecto, es decir, de acuerdo al querer divino para Israel al final de los tiempos. Esta perfección consiste, entre otras cosas y tal vez más que todo, en la cualidad de ser sabio, en contraste con los pastores insensatos y malvados, como atestan numerosos pasajes del Antiguo Testamento. En concreto, el texto de Juan realza las dos características fundamentales del pastor perfecto: el dar o arriesgar la vida por las ovejas y el conocimiento íntimo entre el pastor y las ovejas. Mientras que el primer aspecto se muestra cristológico y alude directamente a la cruz, el segundo es sapiencial, porque los seguidores de la Sabiduría escuchan su voz, ignorada por los necios y malvados. Por eso, en Jesús no se percibe solo la imagen del pastor sabio sino la del Pastor-Sabiduría; es decir, Él siembra la Sabiduría de Dios que se hace Pastor. Es necesario preguntase hoy: ¿Nosotros, sus ovejas, buscamos escucharlo y seguirlo como Buen Pastor y Sabiduría?