
Intención de oración del Santo Padre
“Recemos por las mujeres religiosas y consagradas, agradeciéndoles su misión y valentía, para que sigan encontrando nuevas respuestas frente a los desafíos de nuestro tiempo”.
“Recemos por las mujeres religiosas y consagradas, agradeciéndoles su misión y valentía, para que sigan encontrando nuevas respuestas frente a los desafíos de nuestro tiempo”. Con estas palabras, el Papa nos invita a rezar por las religiosas y consagradas en este mes que acaba de comenzar. Entrevistamos a una religiosa, miembro de las Hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia, fundadas en Oruro (Bolivia) en 1925 por Santa Nazaria Ignacia, para conocer su testimonio y compartir su opinión sobre la intención del Santo Padre. La Hna. Cilenia se encuentra actualmente en España, pero con un pasado en las Obras Misionales Pontificias en Bolivia.
¿Hna. Cilenia qué significa para ti ser consagrada?
La Vida Consagrada es un Don, una vocación que pasa por un proceso en la vida de cada persona que siente una llamada de Dios.
Quien hace la opción de responder a la llamada pasa por la experiencia de la desinstalación y centra su vida en Dios, descubriendo que el prójimo está ahí y necesita escucharlo, conocerlo y amarlo.
Ser consagrado es entregar la vida con sencillez y valentía a Dios, a las personas, especialmente las más necesitadas, es un estilo de vida que desconcierta a muchos, Es un signo que por si mismo ya habla y aporta en la vida de la Iglesia.
¿Qué compromiso tiene actualmente en su comunidad?
Actualmente tengo el compromiso de animar, acompañar y fortalecer en la misión evangelizadora, a mis hermanas desde el servicio de consejera General de Evangelización.
¿Qué significa para ti ser misionera y cuáles son las experiencias que más te han formada y marcada?
Ser misionero es vivir con pasión al servicio de la vida, bajando a la calle, anunciando la alegría del Evangelio, sin miedo para hablar de Dios y hacer todo lo posible porque esto llegue a todos. Ha marcado mi vida: en primer lugar, la experiencia del amor de Dios y su llamada, el encuentro con personas concretas que han desinstalado mi vida y la llevaron a salir más allá de las fronteras geográficas y existenciales. El testimonio de vida Santa Nazaria me llevó al encuentro con Dios y con mis hermanos. Su vida me impactó e hizo que buscara lo que quería Dios para mí. Las injusticias sociales vistas desde la realidad concreta de cada persona, su historia, sus luchas y dificultades me llevaron a cuestionar si de verdad vivía el compromiso misionero de luchar por su dignidad, y a preguntarme constante mente ¿has salvado a tu hermano?
Ha fortalecido mi vida misionera, el trabajar con otros, el sentir a la comunidad que camina contigo, porque solos es difícil andar, en comunidad la misión se fortalece, se recrea, se renueva. La Experiencia eclesial, redescubrir una familia, una comunidad que se siente llamada a actualizar el anuncio consciente de sus fragilidades y su vocación al servicio de todos. La Misión te permite ir y llegar donde nadie quiere ir, ni puede llegar. No importan las precariedades, las contrariedades, se busca ante todo “no parar para anunciar” y dar a conocer el mensaje de Dios, del Dios que nos ama.
Volviendo a la intención del Papa para las mujeres consagradas: ¿cuáles son los desafíos actuales en tu opinión?
El desafío actual es poner en practica aquello que el Evangelio nos dice, aterrizar y concretizar el anuncio con audacia y con alegría.
La vida consagrada está llamada a sostenerse con nuevo ardor, seguir siendo signo profético que vive desde la esperanza, con alegría y coraje misionero. No acomplejarnos porque somos pocos, o porque mayores, son los desafíos de la misión hoy los que tendrían que animarnos.
Seguir rompiendo fronteras, apostar por la Misión, no quedarnos instaladas en las estructuras, en los “ritmos de siempre”, es necesario actualizar, recrear el interior de nuestras familias congregacionales, sin desvirtuarlas ni descafeinarlas, con la esencia máxima, dejar aflorar la PASION POR LA MISION, esto es lo que nos fortalece, actualiza y atrae a otros hacia la vida consagrada.
La vida fraterna al interior de nuestras comunidades está llamada a purificarse, convertirse y transformarse en signo PROFETICO de que es posible vivir amándonos en la diversidad cultural, la comunidad es la escuela de comunión y sinodalidad desde donde puede aportar a la sociedad hoy para seguir caminando juntos.
En la Iglesia el desafío actual es reconocerla como un Don real, y darle su lugar; la Vida consagrada alumbra la vida, lo cotidiano en la misión evangelizadora de la Iglesia, la sociedad, las comunidades.
Si esto es de Dios nada no puede frenar, en la entrega, en la pasión. Dios cuenta con la Vida consagrada como Don que da luz y vida.