Santa Teresa del Niño Jesús y el Padre Adolphe Roulland, "Hermanos en la misión"

01 octubre 2022

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En 1861, la fundadora del convento de Lisieux envió a cuatro de sus hijas a Saigón para iniciar una fundación en Vietnam. Este celo por la salvación de las almas se transmitió también a las prioras que la sucedieron. Fue así como la Madre Marie de Gonzaga eligió encomendar al misionero Adolphe Roulland a las oraciones de Teresa, ya que muy a menudo, ella había expresado el deseo de unirse a sus hermanas en Vietnam.

Adolphe Roulland escribió a la priora del Carmelo de Lisieux el 30 de mayo de 1896, para encomendar su futuro apostolado a la oración de una religiosa carmelita.

Teresa fue la elegida. El 20 de junio de 1896, ocho días antes de la ordenación, Roulland recibió una respuesta positiva y escribió a la priora para agradecerle que le hubiese donado «un ángel auxiliar para mi apostolado [...]. Gracias a las oraciones que realizarán por mí en el Carmelo, ganaré almas para nuestro Dios».

Las ocho cartas dirigidas a Adolphe Roulland dejan vislumbrar la alianza profunda y mística en la que Teresa trabajó, definiéndola y profundizando en ella, durante los últimos meses de su vida: para ella, la energía evangelizadora en la misión sólo puede germinar y realizarse en el encuentro místico con Dios del carmelita y del misionero.

Teresa, se inspira en los escritos de Teresa de Ávila, que abogaba por la necesidad de emplear su alma en la súplica y la intercesión por la conversión de los pecadores, la santificación de los sacerdotes misioneros, los teólogos, los predicadores, porque «mil vidas pusiera yo para remedio de un alma» (Camino de perfección, Escorial, 1, 2).

En este clima, Teresa también se sintió atraída por la perspectiva misionera; mucho antes de que la Santa asumiera los intereses espirituales de sus dos hermanos espirituales, sacerdotes misioneros, se sintió fascinada por la idea de convertirse en apóstol.

Pero no se trata de ser un simple apóstol, Teresa quiere convertirse en “apóstol de los apóstoles”. De este modo, anuncia el doble proyecto que formulará con más precisión en su alianza mística con sus dos hermanos espirituales. Ella no pretende ser la primera de los Doce, sino que se sitúa a sí misma, en el rol primordial de acoger la Buena Noticia Pascual, antes de cualquier misión, antes de convertirse en la iniciadora de la misión apostólica como María de Magdala a su regreso del sepulcro.

Fortalecida por este compromiso personal con la misión, ofrece a Adolphe Roulland una definición más explícita de la unión apostólica: ya no se trata de la unión de dos seres, sino que abarca el don de Dios, que es el único que puede responder a la oración del misionero para encender el corazón de Teresa y despertar las almas a Dios; la relación entre Teresa y el misionero ya no es directa, como la imagina Roulland, sino indirecta. Y en el espíritu de Teresa, su oración no tocará al misionero sino que, por la gracia de Dios, tocará directamente los corazones de los incrédulos: «al no poder ser misionera por la acción, quise serlo por el amor y la penitencia»

Para más información:

Catherine Marin, L'union apostolique de Thérèse de l'Enfant-Jésus et d'Adolphe Roulland, dans "Histoire et missions chrétiennes" 2010/3 (n° 15).

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