Oración por los comprometidos con los derechos humanos

La experiencia de cuatro misioneros de la Consolata en una favela de Sao Paulo en Brasil

15 abril 2021

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El Papa Francisco, en su intención de oración para el mes de abril, recuerda a quienes están comprometidos en la defensa de los derechos fundamentales de la persona humana. 

El trabajo y la oración cotidiana de muchos misioneros en todo el mundo son el medio por el que se garantizan algunos de estos derechos, al menos los más básicos, a muchas poblaciones.

Las hermanas Hedviges Giacomozzi, Maria Schmitz, Clemência Sicupira y Carleta Gerard Longo son misioneras de la Consolata:  “Somos cuatro Hermanas Misioneras de la Consolata y vivimos en el Centro Comunitario Nossa Senhora Aparecida, en el barrio llamado Jardim Peri, un vasto suburbio al norte de São Paulo, Brasil. Vivimos en un pequeño rincón del Centro Socioeducativo ubicado en la favela. Este Centro asiste a niños, adolescentes, jóvenes, familias y ancianos con diversas actividades socioeducativas para fomentar su crecimiento personal humano, social y cristiano. Desde el principio, es decir, desde 1979, confrontando la vida real de la población a la luz de la Palabra de Dios, nuestras hermanas han sido el catalizador de los sueños, las expectativas y las esperanzas de la gente marginada, la mayoría de los cuales son migrantes del Nordeste y del Norte de Brasil, que vinieron aquí en busca de trabajo para una vida mejor”.

En la actualidad, la favela se está urbanizando lentamente, pero aún le queda mucho camino por recorrer. Entre los proyectos que siguen estas cuatro hermanas se encuentra el Centro de Educación Infantil (con 180 niños), el Centro para Niños y Adolescentes (con 285), el Centro Juvenil (con 60), el Centro de Convivencia para personas mayores (con 140), el Centro de Rehabilitación para jóvenes que han tenido problemas con la ley (con 90), el Servicio de Asistencia Social a las Familias (con 1000) y el Movimiento de Alfabetización para Adultos (con 100).

“En este tiempo de pandemia, muchos cabezas de familia han perdido el trabajo, por lo que el hambre y las enfermedades se están extendiendo aún más - explican las cuatro hermanas -. Esto nos obliga a ser canales de solidaridad saliendo a su encuentro para compartir alimentos, medicinas, ropa, ayuda para reconstruir las frágiles casas destruidas por las lluvias torrenciales de estos últimos meses. Nuestro trabajo es una pequeña gota de agua, pero mantiene viva la esperanza de las personas en la Providencia, que nunca abandona a quienes se confían a ella”.