
Zambia: la historia de Sor Cloudina Mutizira y su colaboración por las OMP
Sor Cloudina Mutizira, religiosa dominica misionera del Sagrado Corazón de Jesús, originaria de Zimbabue, actualmente es la directora del noviciado internacional de su congregación en Zambia. Ha querido compartir con nosotros su historia y ha agradecido la colaboración prestada por las Obras Misionales Pontificias.
¿Cómo nació su vocación?
Vengo de una familia católica y siempre me inspiró el ejemplo de una de mis tías que es religiosa de las Hijas del Calvario. Cada vez que volvía a casa de vacaciones me admiraba su trabajo y me impresionaba la forma en que nos enseñaba a rezar con canciones religiosas. También me llamaba la atención su hábito. Recuerdo que desde los 10 años ya le decía que quería ser monja. Pero mi tía me decía que era demasiado joven y que tenía que crecer mucho todavía. Me sugirió que ingresara en el convento solo después de terminar la escuela secundaria. Y así lo hice. Seguí su consejo y al cumplir los 17 años me indicó por dónde empezar a preguntar, es decir, por las Religiosas Dominicas.
¿Qué le atrajo especialmente de las Hermanas Dominicas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, donde ingresó en 1998?
Las Hermanas Dominicas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús son una congregación internacional con comunidades en 6 países: Inglaterra, Alemania, Kenia, Colombia, Zambia y Zimbabue.
Lo que me atrajo de ellas fue su estilo de vida, cómo predican la Palabra de Dios al pueblo; su carisma, que es la evangelización; y su lema VERITAS, la Verdad. Las Hermanas Dominicas predican la Palabra de Dios con su trabajo enseñando en las escuelas, dando prioridad absoluta a los niños, enseñando a los niños sordos, alimentando y ofreciendo esperanza a los enfermos en los hospitales y cuidando de los niños sin hogar. El tipo de apostolado que hacen me llegó al corazón y me animó a convertirme en profesora. Además, me gustó el hecho de que fuera una congregación internacional. Puedo ser enviada en misión donde más se necesite.
Ha sido maestra en las escuelas de la congregación, incluida una para alumnos sordos, ¿ser docente es una misión?
Sí. Para mí ser docente significa estar en la misión de Cristo. Lo digo porque a través de mi experiencia como religiosa y como maestra no solo enseño una materia en la que estoy especializada, sino que también transmito unos valores cristianos a esos niños y jóvenes e intento dejar en ellos una huella enseñando y hablándoles de Cristo, para que lo conozcan y conozcan los valores cristianos. Así, cuando dejan nuestras escuelas, son buenos cristianos, buenos hombres y mujeres, buenos padres y madres, buenos esposos y esposas, buenos religiosos y buenos ciudadanos para la sociedad. Cristo es el EDUCADOR y me siento cada día más motivada para aprender de Él mientras cumplo con la misión de enseñar.
Sor Cloudina, usted ha tenido puestos de responsabilidad en la Congregación y ha colaborado también con las Obras Misionales Pontificias, ¿qué balance hace de estas experiencias?
Trabajar y dar clase en una de nuestras escuelas, la Emerald Hill School for the Deaf, supuso para mí una gran realización personal. Fue una alegría ser testigo de cómo crecían nuestros alumnos hasta convertirse en jóvenes responsables capaces de cuidar de sí mismos. Pero el verdadero desafío es conseguir financiación para su formación porque muchos de ellos provienen de familias muy pobres que no pueden pagar la matrícula. Nuestra escuela ha funcionado en gran parte gracias a las donaciones y las Obras Misionales Pontificias han contribuido a ello. Por eso, quiero dar gracias de corazón a las OMP que acudieron en nuestra ayuda y nos han apoyado en la construcción de unos nuevos baños que realmente necesitábamos. ¡Que Dios bendiga su generosidad!
¿Cuál es su principal tarea y cuál es el desafío al que se enfrenta actualmente?
Mi principal tarea actualmente es la de ser la directora del Noviciado Internacional aquí en Lusaka en Zambia. Tenemos 15 novicias de 3 países, Kenia, Zambia y Zimbabue. Soy muy feliz por caminar con estas jóvenes en su vocación a la vida religiosa. Doy gracias a Cristo que es el FORMADOR, por todas las gracias que me ha otorgado para enseñar a caminar a cada una de estas novicias. No es una responsabilidad fácil, está llena de alegrías y preocupaciones. Pero con Jesús de mi lado, encuentro gozo en llevar a cabo esta obra.
El gran desafío de hoy también es el COVID-19. Al tener un grupo grande de jóvenes viviendo juntas, he de asegurarme de que estén seguras y de que, por ejemplo, tengan suficiente comida; en definitiva, de que tengan lo que necesitan para vivir y para su formación. Por eso, cuando tengo que salir de la casa me da miedo y siempre espero no ser yo la que les lleve el COVID, ya que soy la que va fuera para buscar lo que se necesita. La pandemia ha afectado a nuestra rutina. No puedo planificar con anticipación, por lo que afronto cada día como viene. Pero en general, confío en que Dios proveerá y mientras nosotras seguiremos rezando por el mundo entero que padece esta pandemia.