
Introducción general a las misas (del Tiempo de Adviento) en perspectiva misionera - “Mientras esperamos su gloriosa venida”
Toda misa tiene un carácter misionero en sí misma, porque es el testimonio comunitario activo de la fe cristiana de los participantes. El vínculo entre la misa celebrada y la misión de la Iglesia se manifiesta claramente con el saludo final en latín original “Ite missa est” (del que deriva el término misa para la celebración eucarística). Como nos lo enseña el Papa Benedicto XVI, « [En este saludo Ite, missa est,] podemos apreciar la relación entre la misa celebrada y la misión cristiana en el mundo. En la antigüedad,”missa” significaba simplemente “terminada”. Sin embargo, en el uso cristiano ha adquirido un sentido cada vez más profundo. La expresión “missa” se transforma, en realidad, en “misión”. Este saludo expresa sintéticamente la naturaleza misionera de la Iglesia. Por tanto, conviene ayudar al Pueblo de Dios a que, apoyándose en la liturgia, profundice en esta dimensión constitutiva de la vida eclesial» (Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 51).
El carácter misionero de la misa emerge aún más y alcanza su punto culminante con la aclamación de la asamblea tras la consagración del cuerpo y la sangre de Cristo. El sacerdote al proclamar Mysterium fidei “Misterio de la fe”, el pueblo responde: Mortem tuam annuntiamus, Domine, et tuam resurrectionem confitemur, donec venias “Anunciamos tu muerte, Señor, / proclamamos tu resurrección, / ven Señor Jesús”.
Esta acción litúrgica pone de relieve la vocación de todo cristiano en el mundo actual de ser heraldo/testigo de los misterios pascuales de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, hasta su segunda venida. Es más, ante Jesús Eucarístico, cada participante está llamado a confirmar solemnemente la misión que Él mismo ha confiado a la Iglesia, comunidad de fieles: “Id y proclamad”, “id y predicad el Evangelio”, “seréis mis testigos”. Esta misión debe llevarse a cabo hasta el regreso de Cristo, como recuerda el Concilio Vaticano II: «El tiempo de la actividad misional discurre entre la primera y la segunda venida del Señor, en que la Iglesia, como la mies, será recogida de los cuatro vientos en el Reino de Dios. Es, pues, necesario predicar el Evangelio a todas las gentes antes que venga el Señor» (AG 9). En otras palabras, todo nuestro tiempo presente es siempre el de la misión, donec venias “hasta que [el Señor] venga”.
Este contexto litúrgico-misionero general debe vivirse de forma particular en la celebración eucarística de los días y domingos de Adviento, cuando, a través de las oraciones y lecturas previstas para cada misa, se enfatiza el aspecto de la espera de la venida del Señor.