Jueves 12 Octubre 2023

12 octubre 2023

Ml 3,13-4,2;

Sal 1;

Lc 11,5-13

“Padre, he rezado durante muchos meses y Dios se ha llevado a mi hijo. ¿Por qué no escuchó mi oración?” Estas conversaciones son siempre difíciles, especialmente cuando hay emociones en torno a la pérdida de seres queridos. ¿Dónde podemos encontrar, en todo esto, la garantía de parte de Jesús, en el Evangelio de hoy, de que nuestras oraciones serán atendidas?

San Francisco Javier escribió una vez que “el peligro más terrible es la pérdida de la confianza en Dios en medio de las mayores tragedias”. Cada una de nuestras oraciones es respondida, pero no todas nuestras ideas para la vida son las ideas de Dios. A menudo las peticiones que hacemos son más una extorsión a la voluntad de Dios que un consentimiento a la ejecución de su plan. A veces nos resulta difícil entender lo que Dios espera de nosotros o cuáles son sus planes al hacernos pasar por ciertos acontecimientos concretos en la vida. Al final, no se trata de una comprensión total de la voluntad de Dios, sino de la confianza en Él. Somos hijos de Dios y Dios, como un gran padre, nos da todo lo que necesitamos. Nos lo da según su plan, en medio de situaciones y cosas que no conseguimos entender en ese momento.

Es difícil para una persona permanecer en oración, especialmente cuando la vida no va de acuerdo con sus planes y proyectos. Sin embargo, Dios, en su sabiduría, actúa y escucha a su manera, sobre todo donándose a sí mismo. Por lo tanto, en situaciones en las que sentimos que nuestras oraciones no han sido respondidas, debemos confiar en Dios y rezar para que la luz del Espíritu Santo nos haga comprender cual es la obra de Dios en el plano de nuestra salvación.