Sábado 28 Octubre 2023
Fiesta de San Simón y Judas Tadeo, Apóstoles
Ef 2,19-22;
Sal 18;
Lc 6,12-16
Hoy es la Fiesta de los apóstoles Simón y Judas Tadeo. Los apóstoles fueron los primeros misioneros, elegidos y enviados por Jesús. Antes de elegir a los apóstoles, Jesús rezó toda la noche. Esto podría significar que era una oración difícil. ¿Quizás había hablado toda la noche con su Padre sobre quiénes podrían ser sus apóstoles? ¿O tal vez estaba discutiendo la presencia de Judas en este grupo? Ninguno de nosotros lo sabe. Es un secreto entre el Padre y el Hijo, pero hay dos cosas que son ciertas. En primer lugar, cuanto más importantes eran las decisiones que había que tomar, más intensamente oraba Jesús. Además, Jesús no eligió a nadie tan extraordinario, a nadie de entre los ricos o los doctos, sino que eligió a personas sencillas y corrientes, con sus propios problemas e imperfecciones. Y fueron precisamente ellos los enviados por Jesús para anunciar el Evangelio, lo que los convirtió en sus más cercanos colaboradores. En sus manos confió el futuro de la Iglesia y la misión evangelizadora, y en nuestras manos también, porque hoy Dios nos llama por nuestro nombre. En cada uno de nuestros cumpleaños, Dios recuerda que el mundo no podría existir sin nosotros.
La Semana Misionera está llegando a su fin, pero nuestro compromiso misionero no termina. Participemos en la animación y cooperación misionera mediante nuestro testimonio de vida, la formación personal, la difusión de información sobre la labor misionera de la Iglesia y con el apoyo material. Sobre todo, no olvidemos la oración, primer medio de cooperación misionera. (Recuerda: Jesús rezó toda la noche, antes de elegir a los Apóstoles). Apoyemos con nuestra oración a los Apóstoles de hoy, es decir, a los misioneros. Al igual que sin la piedra angular todo el edificio corre el riesgo de derrumbarse, la misión de la Iglesia (y por tanto también la nuestra) debe apoyarse en esta piedra angular, que es Cristo Jesús. Sólo “Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor” (Ef 2,21) el templo de nuestra vida personal y familiar, el templo de toda la Iglesia universal, partiendo de nuestra parroquia hasta los confines de la tierra.