Viernes 27 Octubre 2023

06 noviembre 2023

Rm 7,18-25a;

Sal 118;

Lc 12,54-59

 

Si alguien nos preguntara dónde, en qué signos y de qué forma está presente el Señor entre nosotros, probablemente responderíamos inmediatamente: en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Esto es ciertamente verdadero, pero no olvidemos que Dios es el Dios del tiempo y de la historia. Está presente en los acontecimientos, en las personas, en todo lo que nos rodea cada día. No es fácil reconocer los signos de esta presencia divina, y ciertamente es mucho más difícil que las previsiones meteorológicas. Esto requiere una gran humildad, apertura al Espíritu Santo y prudencia. El discernimiento de la acción de Dios en la historia y en la realidad debe hacerse siempre en la oración, junto al Espíritu Santo y, muy importante, en la Iglesia. Se necesita la confirmación del confesor, de la persona que nos acompaña en nuestra vida espiritual, de los superiores... Quien quiera decidir por sí mismo lo que es Dios y lo que no lo es, corre el riesgo de convertirse en esclavo de su propio orgullo y de caer en la trampa de ese espíritu que siempre se opone a Dios.

Hoy es viernes: el día que nos hace pensar en la pasión y muerte de Jesús. Allí, en la Cruz, ocurrió el acontecimiento más importante para toda la humanidad y el mayor acontecimiento de la historia del mundo: la redención de la humanidad. Para los cristianos, la Cruz es un signo claro de este acontecimiento. San Pablo agradece hoy al Señor Dios por ello, porque sabe que solo no habría podido hacer ningún bien. Aquel viernes, cuando el sol se oscureció y las tinieblas envolvieron la tierra, pocas personas fueron capaces de interpretar estos signos. El Señor sólo revela los secretos de su Reino a las personas de corazón sencillo, a las que no complican las cosas, que no dividen a Dios en cuatro, sino que simplemente lo acogen. Pidamos corazones sencillos y humildes, que sepan reconocer los signos de la presencia de Dios cada día.