Martes 31 Octubre 2023
Rm 8,18-25;
Sal 125;
Lc 13,18-21
Todo jardinero sabe lo pequeño que es un grano de mostaza. Todas las mujeres que se dedican a la cocina saben que se necesita muy poca levadura para hacer una buena pizza o focaccia. Una pequeña “cosa” es capaz de transformar toda la realidad. Pero hay una condición: no se producirá por sí solo. Es necesario trabajar para ello. Hace falta compromiso, acción, colaboración humana. El jardinero tomó la semilla y la sembró, la cultivó, la regó... La mujer tomó la levadura y la puso en la harina, luego hizo una masa y la horneó. No se necesita una gran habilidad o una extraordinaria sabiduría para ser un discípulo-misionero, pero sí se necesita voluntad y compromiso. El Papa Francisco escribió: “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar... En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador” (EG 119-120). Todo bautizado tiene la tarea de ser testigo de Cristo. Debe recordar que todos los hombres y mujeres han sido creados “para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21). Lo único que hace falta de nuestra parte es un poco de voluntad y compromiso por la misión de la Iglesia, y el Señor completará el resto con su gracia. Y el Reino de Dios crecerá como un gran arbusto de mostaza.