
Viernes 13 Octubre 2023
Jl 1,13-15; 2,1-2;
Sal 9;
Lc 11,15-26
La pequeña Teresa, cada vez que comulgaba, parafraseaba las palabras del Apóstol San Pablo en la carta a los Gálatas, diciendo: “Ya no vivo yo, sino es Jesús quien vive en mí”. Comprendió perfectamente que el corazón humano no puede permanecer vacío, que alguien debe vivir en él. Y la elección es sencilla: si Cristo, que trae la paz, no habita en él, entonces todos los espíritus malignos mencionados en el evangelio de hoy habitarán en ella, trayendo sólo caos y división interior.
El sacramento de la penitencia y la reconciliación es un instrumento de la gran misericordia de Dios. No hay una hora o un minuto en el reloj en que el hombre no reciba el amor de Dios. Cada día, en muchos lugares e iglesias de todo el mundo, miles de personas salen de los confesionarios y se convierten en personas libres de pecado con un “corazón puro”. Sin embargo, es imperativo que Cristo viva en este “corazón purificado” lo antes posible. Sólo Él, como verdadero Dios, puede dar al hombre la paz interior y hacerlo verdaderamente libre.
Que esta Palabra que recibimos hoy nos anime a dejar morir nuestros pecados, nuestras ataduras y nuestros apegos, para vivir finalmente una vida plena para Dios. Todo lo que se necesita para llevar a cabo esta tarea es nuestro consentimiento para que finalmente Cristo pueda habitar en nuestros corazones. ¿Estás preparado para decirle a Jesús: vive en mi corazón?