
Lunes 2 Octubre 2023
Ángeles Custodios
Zc 8,1-8;
Sal 101;
Lc 9,46-50
Es muy natural querer ser los primeros; al fin y al cabo, desde la infancia siempre hemos soñado con ganar una competencia o conseguir los mejores resultados en la escuela. Esto nos coloca en una cierta posición y nos da esperanzas en las victorias posteriores. Hoy, en el Evangelio, los discípulos intentaban soñar despiertos y sus pensamientos fueron más allá de los pensamientos de Jesús. La grandeza del mundo no es la grandeza del Reino de Dios, porque Cristo no es de este mundo. Como ejemplo, el Mesías muestra un niño pequeño y lo coloca a su lado. Los discípulos estaban lejos con el corazón y con la mente. No estaban cerca de su Maestro.
Los que se dedican a la labor misionera corren el riesgo de cometer un error similar. Puedes inventar nuevos proyectos, conseguir mucho dinero, construir iglesias, pero perder tu cercanía al Mesías. La grandeza de un apóstol se reconoce por su cercanía a Cristo. El título del evangelio de hoy podría ser “disputa de prioridades”. La disputa estará en nuestros corazones, sólo que debería atender la primacía de Dios. Todo lo que hacemos cada día, en casa, en la iglesia, en el trabajo, nos plantea una pregunta: ¿es Cristo lo primero? Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, vivió encerrada en un convento de clausura abriendo su corazón y su oración a los cinco continentes. Santa Teresa decía: “Nunca he oído su voz, pero puedo sentir que Cristo está en mí en todo momento, me guía y me inspira sobre lo que debo decir o hacer. Escucha la voz de Dios y descubrirás quién eres, lo grande que eres a sus ojos.