Lunes 23 Octubre 2023

23 octubre 2023

San Juan de Capestrano, Sacerdote

Rm 4,20-25;

Sal de Lc 1;

Lc 12,13-21

 

El hombre que no cree en Dios quiere decidir todo por sí mismo, hasta el punto de sentirse igual a Dios y dar órdenes a su Creador. El hombre a veces intenta imponer a Dios lo que debe hacer. Como uno de los que aparecen en el pasaje del Evangelio de hoy, que le dijo a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».

Un hombre sin fe se olvida de Dios y de las cosas espirituales. Se centra sólo en lo mundano y en lo material. Razona sobre dónde y cómo almacenar sus bienes terrenales, olvidando que todo esto es sólo temporal, fugaz y efímero.

Un hombre sin fe no está interesado en las misiones, la evangelización o la difusión del Reino de Dios. Cuanto más importantes sean las misiones para nosotros, más fuerte será nuestra fe en la presencia de Dios y en sus obras, en la historia del mundo y de la Iglesia. El interés por las misiones muestra la importancia que tienen para nosotros la muerte y resurrección de Cristo, que dio su vida por todos los hombres y mujeres para que todos le conozcan, le amen y se salven. No es casualidad que Juan Pablo II escribiera: “La misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros” (Redemptoris Missio, 11) La falta de compromiso misionero demuestra nuestra ignorancia sobre lo que es espiritual y eterno.

En la Semana Misionera queremos recordar constantemente nuestra vocación misionera, y a nuestros hermanos y hermanas en los confines del mundo y a los misioneros que trabajan allí. Que el ejemplo de Abraham en la primera lectura nos fortalezca para no dudar del sentido de que aquello que viene de Dios es eterno. Que nuestra fe en el amor de Dios y nuestra preocupación por que esta verdad llegue a todos los hombres sea “contada como justicia” (cf. Rm 4,22). Pidamos más fe y comprometámonos aún más en la animación y cooperación misionera.