
Miércoles 25 Octubre 2023
XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Año A
Rm 6,12-18;
Sal 123;
Lc 12,39-48
Pedro preguntó: “Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?”. A veces nos comportamos como Pedro. Escuchamos las predicaciones, los mensajes del Papa, de los obispos, del párroco. Tal vez también leamos los documentos de la Iglesia y pensemos que esas palabras no van dirigidas a nosotros, sino a otra persona. “Que se encargue otro”. “Deja que otro viva así”. De la fe, la moral y la tradición de la Iglesia sólo elegimos lo que nos conviene. Pero llegará el momento de hacer algo más. Todavía estamos a tiempo. Quizás mañana, pasado mañana o dentro de diez años. Pero la gracia de Dios siempre está ligada a un acontecimiento. El Señor Dios da la gracia “en el momento oportuno”, aquí y ahora, porque para Él siempre es AHORA. Y AHORA está esperando nuestra respuesta, nuestro compromiso y que estemos “de su lado”. A los cristianos se nos ha dado mucho: la gracia de la fe, los sacramentos, la Palabra de Dios, los mandamientos, las instrucciones claras para vivir. Por eso se nos exige tanto. Los demás que nos miran tienen todo el derecho a esperar que mostremos cómo ser CRISTIANOS, cómo se es de CRISTO. Si te bautizas, eres un “discípulo-misionero”, un testigo de Cristo, y otros te observan, te miran.
De los casi ocho mil millones de personas que hay en la tierra, más de cinco mil quinientos millones aún no han experimentado esta gracia, nunca han oído hablar de Jesús, aún no han sido alcanzados por ningún misionero. Por lo tanto, los cristianos tenemos el deber de rezar, cooperar y trabajar juntos para que cada uno de nuestros hermanos y hermanas en esta tierra pueda experimentar que es querido, amado y elegido por Dios