
Martes 3 Octubre 2023
XXVI Semana del Tiempo Ordinario – Año A
Zc 8,20-23;
Sal 86;
Lc 9,51-56
La cerrazón de la ciudad hacia Jesús es un signo especial que acompaña al anuncio de la Buena Noticia. El camino de Jesús a Jerusalén es el cumplimiento de la voluntad de Dios Padre. Aún hoy, la predicación del Evangelio se enfrenta a adversidades políticas, culturales y económicas, pero el mayor obstáculo es la cerrazón del corazón humano. La buena noticia del Mesías no se refiere a los trastornos culturales ni a la creación de un nuevo orden sociopolítico, el Salvador viene más bien a convertir el corazón humano. Esto es un reto. En el mes de octubre, que tradicionalmente sirve para descubrir la vocación misionera de todos los bautizados, también encontramos muchas dificultades y palabras que desaniman y hieren. ¿Por qué ir a la misión? Hay pocos sacerdotes, mejor que se queden entre nosotros, ¿por qué enviarlos a lugares peligrosos? Estas son palabras del Beato Paolo Manna, fundador de la Pontificia Unión Misional (PUM) y patrono de la cooperación misionera: «El mundo está cansado, desanimado y perdido. Necesita luz, necesita paz, necesita orientación. Necesitamos fe, necesitamos una cruzada universal de oraciones fervientes, necesitamos generosidad, interés y un gran corazón. Hay que responder a esta situación con la colaboración inteligente y constante de los obispos, los sacerdotes y todos los bautizados».
Sólo Dios puede abrir e iluminar los corazones cerrados de los hombres y las mujeres. Por lo tanto, la primera tarea de la evangelización es la oración, unida a la ofrenda de sacrificios y sufrimientos para el crecimiento de las misiones. No olvidemos esto en este momento particular; estás bautizado, por lo tanto, eres un testigo del evangelio de Jesucristo.