Sábado 7 Octubre 2023
Bienaventurada Virgen María del Santo Rosario
Bar 4,5-12.27-29;
Sal 68;
Lc 10,17-24
El nombre escrito en el cielo es un signo indeleble de la gracia del Bautismo. En virtud de este sacramento, Dios nos reconoce como hijos suyos, pero también nos envía en su nombre. María, cuya memoria celebramos hoy, revela este misterio de la manera más completa. Dios la elige de antemano, le enseña a escuchar la Palabra, la envía como primer Apóstol con la Buena Noticia cuando la Inmaculada lleva a Jesús a su corazón. Y al final es reconocida como la Esposa del Espíritu Santo y como la que más ha cumplido la voluntad de Dios en la tierra como ser humano. Así decía el Beato Pablo Manna: “Aunque sólo en el cielo veremos verdaderamente la gloria de María, la admiraremos para siempre y glorificaremos su grandeza, ya aquí en la tierra, inmediatamente después de Jesús, nuestros sentimientos, nuestra piedad y nuestra confianza deben dirigirse hacia María». Hoy, la mayor alegría del discípulo-misionero, es decir, de cada uno de los bautizados, es la oportunidad de mirar a Cristo en la Eucaristía. Hoy, en el evangelio, Jesús llama a sus discípulos y les dice: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!” Quizás no siempre apreciamos la fuerza de la misa diaria, quejándonos de la monotonía y la repetición. Sin embargo, olvidamos que existe Dios y que está aquí. La actividad misionera de la Iglesia no conduce a ningún éxito, sino a un testimonio de fe cada vez más auténtico de que Dios es amor, que se nos revela en Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Ama a Jesús como la Virgen Inmaculada, y el mundo verá en ti el mayor amor que necesita hoy.