( Beato Pablo Manna )
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"TODA LA IGLESIA
PARA TODO EL MUNDO"
Pontificia Unión Misional
Historia
La PUM, PONTIFICIA UNIÓN MISIONAL, nació el 31 de octubre de 1916 por inspiración del Beato Paolo Manna, misionero del PIME, con el objetivo de animar y formar a los fieles bautizados en su responsabilidad misionera a través del servicio pastoral de obispos y sacerdotes según el lema “Toda la Iglesia para todo el mundo”. Inicialmente llamada Unión Misionera del Clero, Pío XII le confirió el título de “Pontificia” por decreto del 28 de octubre de 1956. Tras regresar a su identidad originaria de servicio a la fe y a la misión de todos los bautizados por manos de san Pablo VI en 1966 con la Carta Apostólica “Graves et increscentes”, hoy persigue un nuevo modo operativo de formación misionera para todo el Pueblo de Dios. En 2016 se ha puesto en marcha una labor de escucha, estudio y discernimiento para comprender y atender las necesidades locales de formación permanente para la fe y evangelización de las Iglesias particulares, especialmente las vinculadas a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (CEP), en sus diversos sujetos eclesiales (fieles laicos, familias, jóvenes, catequistas, obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos y religiosas, con especial atención a las comunidades religiosas de fundación local y de derecho diocesano). El CIAM, CENTRO INTERNACIONAL DE ANIMACIÓN MISIONERA, fue fundado el 31 de mayo de 1974, siguiendo la línea del Sínodo de los Obispos, cuyo resultado estuvo marcado por la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, del Cardenal Agnelo Rossi, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (1970-1984).
Mission
A la luz de la única misión de Jesucristo entregada a la Iglesia en el Espíritu Santo, los compromisos formativos de la misión están llamados a una implicación creativa con la fe, la oración, el testimonio y la caridad de todo cristiano. Se trata de vivir y educarnos en la única comunión eclesial donde la Iglesia universal, las Iglesias particulares, las Iglesias de fundación más reciente, fruto del trabajo misionero de los siglos pasados, los institutos misioneros y de vida consagrada, los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades de vida cristiana, puedan servir a la salvación de todos, la transmisión de la fe y la transformación del mundo en diálogo con la conciencia y la libertad de cada uno, con los pueblos, sus culturas y religiones.
La apertura universal de la fe en estado permanente de misión interesa a todos los cristianos del mundo comenzando por las necesidades de evangelización específicas de cada Iglesia local. Por formación permanente entendemos todo aquello que pueda afectar al crecimiento, desarrollo, purificación, solidez, maduración de la fe cristiana entendida como encuentro personal con Jesucristo vivo en su Iglesia. La misión, en su origen paradigmático de la relación de la fe cristiana con el mundo, especialmente en sus dimensiones no cristianas y la ausencia de la fe misma, representa la apertura universal y la responsabilidad eclesial hacia la plenitud de la dignidad humana de todos, como hijos e hijas de Dios, su salvación del pecado y de la muerte y el interés de la caridad cristiana hacia toda la humanidad llamada a ser familia de Dios.
En línea con la intuición carismática original de la PUM y con las motivaciones adoptadas para la creación del CIAM, la formación a la misión de la Iglesia (missio ad-inter gentes) y la animación misionera de todo el Pueblo de Dios, según las diversas vocaciones de los fieles bautizados, siguen siendo la razón de su existencia y la naturaleza de su compromiso. La PUM y el CIAM (para saber mas) deben proponer una formación misionera junto con las Iglesias particulares, que las estimule a asumir sus responsabilidades de evangelización y testimonio entre sus propios pueblos y tierras, y hacia los pueblos y culturas lejanas. Un servicio formativo que, mostrándose útil para las necesidades pastorales locales, sigue estimulando, provocando e induciendo reflexiones, acciones y compromisos que consideren seriamente la relación de misión que existe entre la pertenencia a Jesucristo y el ser enviados al mundo abriéndonos así a las dimensiones universales de la fe cristiana.